Lo sucedido en el estadio de Ipurúa un domingo a la hora del almuerzo traspasó los límites de la lógica. El fútbol, en realidad, nunca la tuvo. De ahí su carácter adictivo, también su capacidad para cambiar del amor al odio en décimas de segundo. Con el Málaga CF de la temporada 2022/23 están sucediendo cosas extrañas que a estas alturas (jornada 23) deberían haber cambiado y no lo han hecho.
Penúltimo, a cinco puntos de la salvación y con cuatro míseras victorias, el curioso caso del club de Martiricos sorprende a propios y extraños. El narrador del partido ante el Eibar, ese que acabó en 2-1 de la manera más cruel posible, lo mnecionó en la retransmisión junto al comentarista: “Parece imposible que este Málaga, con la plantilla que tiene, esté en esa posición”.
Pepe Mel llegó en plena tormenta por el adiós de Pablo Guede, que hundió al equipo con su idea de juego. Era la jornada siete y había margen de maniobra para evitar el descalabro. Ahora, 17 jornadas después de aquel cambio en el banquillo, estos son los números del drama: seis derrotas, ocho empates y tres victorias. Fueron 17 puntos de 51 posibles con Mel.
El guion de la tortura en Ipurúa puede resumir la temporada del Málaga hasta el momento. Al equipo le ha asaltado la Ley de Murphy, el compendio de afirmaciones no empíricas que explica lo sucedido poniendo el énfasis en lo negativo. “Todo lo que puede salir mal, saldrá mal”, “nunca nada es tan malo que no pueda empeorar”, “lo que más crece es lo que menos deseas” o, por supuesto, “la tostada siempre cae del lado de la mantequilla”.
En el alambre
Los datos que aparecen en la tabla clasificatoria son los que importan. Es lo que tiene el resultadismo de este y cualquier deporte. Aunque no es en vano analizar que el Málaga es ahora más equipo, mejor asentado y con las ideas más claras. El problema es que siéndolo, tampoco le da para ganar.
Mirando el calendario se ve un patrón claro: el Málaga ha sido un equipo que vive en el alambre y (casi) siempre acaba dañado o dañándose a sí mismo. En los 17 partidos jugados con Pepe Mel, absolutamente todos se decidieron por la mínima, con un gol de diferencia. El 1-1 y el 1-0 han sido los resultados más repetidos y como verso suelto queda tan solo aquel 3-2 contra el Lugo en casa, que empezó siendo un 3-0 y se acabó pidiendo la hora.
Incontables errores propios que acaban en gol del contrario, ocasiones que rozan el palo, se marchan arriba o se fallan inexplicablemente. Expulsiones tempraneras, lesiones inoportunas, goles psicológicos, un penalti fallado y no pocos goles anulados por centrímetros. Todas estas tostadas están cayendo del lado de la mantequilla.
Los jugadores, muchos de ellos aún con pasos que dar hacia delante, son los que deben revertir esta tendencia a la mala fortuna. Porque la suerte también se busca. Y cuando todo puede salir bien, saldrá bien. Se esperan las dos victorias consecutivas como punto de inflexión. ¿Hasta cuándo tendrá que esperar su afición?