El Miércoles Santo se completó en Ronda con el esperado reencuentro con el Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora del Mayor Dolor, que volvieron a inundar las calles del casco histórico bajo un halo de silencio y penumbra sobrecogedor, que constituye asimismo una de las grandes señas de identidad diferenciadoras de nuestra Semana Santa.
Como es tradición, la salida procesional arrancó con los tres golpes en la puerta de la Colegiata de Santa María La Mayor que preceden al inicio de la solemnísima estación de penitencia de sus nazarenos de hábito blanco y capirote rojo.
A las puertas del templo, el público aguardaba en completo silencio mientras comenzaban a sucederse las imágenes más características de la cofradía, como la de sus penitentes arrastrando las cadenas y portando las cruces al hombro, o la de la iluminación de sus veneradas imágenes titulares, que subrayan el marco y sabor a antiguo e histórico que rodea a la cofradía.
Desde la puerta de la Colegiata solo se escucha la voz del hermano mayor Diego Cañestro recordándoles a los miembros de la cofradía que es un momento vital y que Ronda les está mirando. A continuación, tras los tres golpes que llaman al recogimiento, el único sonido de la noche será el del acompañamiento del sonido de tambor sordo que marca el ritmo, el del rezo melódico de los cantos gregorianos de la Escola Fernando de las Infantas, llegada desde Córdoba, y el de las horquillas a su paso por las calles rumbo a la Carrera Oficial.
Impresiona asimismo la presencia de los únicos hermanos que visten con túnica negra para simbolizar los siete pecados, contrapuestos a los que encarnan, vestidos de blanco, las virtudes a las que aspiramos en la vida.