Alfonso Guerra venía del socialismo utópico, desgarrado y arrabalero de finales de los 70, de aquella ‘foto de la tortilla’ de Pablo Juliá, y entraba en Las Cortes ataviado de socialista yeyé, con los pantalones acampanados, para llamar a Adolfo Suárez “tahúr del Misisipi”, mientras dirigía el PSOE al grito de “firmes” con la gélida advertencia de que quien se moviera no salía en la foto. Pero un hermano trincón -Juan- lo hizo dimitir demasiado pronto de la línea de fuego de la política, y Guerra mantuvo durante muchos años su escaño de diputado, pero leyendo allí un libro para pasar el rato en tanto un político desconocido y tal vez iletrado hablaba desde la tribuna del hemiciclo. AG era ya un intelectual de primer orden cuando aquella ‘foto de la tortilla’ y lo ha sido siempre, gran conocedor del teatro y autor de un libro de memorias de título fabuloso, ‘Cuando el tiempo nos alcanza’, porque el tiempo avanza cada vez más rápido detrás nuestra, pero Javier Cercas formula una reflexión inquietante en su reciente libro ‘No callar’: los intelectuales progresistas terminan entregándose a un pensamiento conservador. Y ahí se ha ubicado ahora Alfonso Guerra, sí, que ha publicado un artículo donde defiende un “socialismo liberal”, términos contradictorios en política, y que en la presentación en Madrid del libro ‘Aquel PSOE-Los sueños de una generación’, de Virgilio Zapatero, se despachó sutilmente contra Pedro Sánchez. “Hemos leído que quienes salvaron vidas no fueron los sanitarios en la pandemia, sino quienes se acaban de quitar el pasamontañas”, afirmó en referencia a unas palabras del delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martínez, pero apuntando directamente contra los acuerdos alcanzados por Pedro Sánchez con Bildu. Y a esa presentación asistieron Felipe González o Nicolás Redondo Terreros, entre otros socialistas a los que Francisco Umbral denominó magistralmente “los infrarrojos”.
El inoportunismo político de este AG aparentemente resentido con Pedro Sánchez (no lo invitaron al acto de celebración del 40 aniversario del triunfo electoral socialista de 1982) es estratosférico. El PSOE y, por encima de todo, España, se hallan ante unas elecciones decisivas. En las recientes manifestaciones del Orgullo LGTBI se portaron pancartas que parecían sintetizar lo que hay en juego: ‘Vota en defensa propia’, decían. Feijóo ha planteado los comicios como un plebiscito personalista. Y AG se ha alienado con la derechona. Gritaba el personal en los mítines ochenteros de Guerra en el polideportivo Andrés Estrada de Huelva: “Dales caña Alfonso”. Otros tiempos.