El mismo se encargó de anunciarlo nada más acabar el partido ante el San Fernando. Era el momento de decir adiós. Alberto Romero, el que ha sido durante cinco años tres con el primer equipo y dos con el filial, sella de esta forma su etapa como racinguista.
Llegó de la mano de Javi Rivas, técnico por aquel entonces del segundo equipo, con el que dio el salto a un deporte hasta entonces desconocido para él. El atletismo ha sido su pasión y su adoración diaria, la misma que ha perdido con el paso del tiempo. “Prefiero dejarlo ahora, no estoy motivado para el día a día. No me encuentro con ganas de seguir un año más. Es el momento de decir adiós”, anunciaba apenado, pero de forma sincera.
La tensión, la rutina y el día a día ha ido minando la motivación con la que llegó a la entidad portuense. “Es hora de dedicarme por entero a mi familia y a mi trabajo”. De su boca solo salen palabras de agradecimiento para el Racing, “dejo atrás muchos amigos, jugadores, entrenadores, fisios, delegados, utilleros, directivos y aficionados. Me he sentido muy querido por todos y me han dado durante todos estos años un cariño que cualquiera querría para sí“, reconoce en forma de despedida.
Seguirá al margen, aunque, como no podía ser de otra forma en él, “me tendrán para lo que quieran, no me voy para siempre”, avisa en su afán de seguir prestando ayuda, de alguna u otra forma.
La labor de Romero ha sido, no solo alabada por los que han podido estar junto a su lado durante este media década, también como técnico de la Federación de Atletismo, por su profesionalidad y su saber estar, le ha servido para que la preparación física haya sido uno de los puntales más destacado, primero en el segundo equipo y, posteriormente, en el segundo.
Un profesional que sabía tener la palabra perfecta, la sonrisa y, como no, la condición inerente de un técnico que supo darle ese plus de calidad necesaria a una preparación física que brilló más que nunca.