El colegio de La Salle, con medio patio de butacas llenó, albergó este jueves el estreno en San Fernando del espectáculo Eterno Camarón, una obra cantada e interpretada que ha visto la luz 22 años después del fallecimiento del cantaor isleño. La biografía de Camarón centra toda la base de un guión, autorizado por la familia, durante una hora y media de función dividida en dos partes.
Con la aparición en escena de Camarón niño en la playa jugando a ser torero con su inseparable amigo Manué, quien por cierto presenció la obra en directo sentado en el patio de butacas, se inicia el espectáculo en el que hay dos figuras que, sin lugar a dudas, marcan el ritmo del mismo como son el cantaor Pedro El Granaíno, con su voz mimética y desgarradora, y el espíritu de La Malavida, representado por el bailaor Amador Rojas y que está muy presente en el desarrollo argumental de Eterno Camarón.
A partir de ahí se van desarrollando los acontecimientos entre los trazos que marcaron la vida del cantaor nacido en el barrio del Carmen y el cante en directo con una muestra muy selecta del inabarcable repertorio de Camarón. La primera parte de la función se desarrolla entre el eterno dilema de José Monje de ser torero o cantaor; su actuación en la Venta de Vargas con la presencia de Caracol; la muerte de su padre; su marcha a Madrid; y sus roneos con La Chispa hasta conseguir su conquista y posterior boda. Un papel, el de La Chispa, que es interpretado por Gema Monje, hija de Camarón, y del que realmente sale airosa pese a ser la primera vez que se sube a un escenario.
La segunda parte
Tras un descanso de quince minutos, la segunda parte de la obra es mucho más dinámica y desgrana la grabación de La Leyenda del tiempo y las críticas que recibió en sus inicios; sus giras por medio mundo; los primeros síntomas de la enfermedad que en el año 1992 acabó con su vida; la grabación del disco Potro de rabia y miel; o el histórico concierto en París.
Muestra al espectador como en el crepúsculo de la vida, el personaje ha ido devorando a la persona, pero una vez que la estrella se apaga, sigue quedando la estela de su presencia, de aquel niño que jugaba por siempre sobre la plateada espuma de la playa.