‘La Isla Mínima’, la película del momento, le ha dado al gaditano Miguel Ángel Díaz la oportunidad de debutar en un largometraje. Castro, su persona en el thriller de Alberto Rodríguez, le puede abrir las puertas del cine español.
— ¿Quién es Miguel Ángel Díaz?
— Un humilde actor que está intentando hacerse un pequeño hueco en el mundo del cine y de la interpretación y que, gracias a Alberto Rodríguez, ha podido meterse un poquito, y de lleno, en lo que es el cine español.
El actor Miguel Ángel Díaz, nacido en Cádiz en 1979, encarna a Castro, uno de los vecinos del pueblo donde se desarrolla la acción del largometraje ‘La Isla Mínima’ dirigido por Alberto Rodríguez, uno de los boom cinematográficos del momento. Es su primera incursión en un largometraje donde tiene una actuación espléndida de cuatro minutos...
— Cuando me lo comunicaron la primera pregunta que hace un actor es cuánto tiempo sale, cuántos minutos tienes de oportunidad y me dijeron que eran tres o cuatro minutos pero que, dentro del argumento, eran unos minutos muy relevantes porque el personaje, a partir de lo que dijese, llevaría a la policía a investigar un poco más. La realidad es que el papel ha sido impresionante. Es un lujo que Alberto me ha haya dado un papel de esa relevancia.
—Y más en una película que está teniendo un éxito espectacular.
— Cierto. Pienso que hacía tiempo que la gente esperaba que Alberto sacase algo después del éxito de Grupo 7.Estamos hablando de una película con dieciséis nominaciones a los Oscar. Esta película de Isla Mínima, aunque sea parecida a Grupo 7 porque se está hablando de dos policías, es un tema totalmente diferente y, además, los que entienden de cine saben que Alberto le da su punto de vista muy íntimo y eso lo ha reflejado muy bien.
— ¿Cómo contactó Alberto contigo?
— Me presenté al casting de la película, como casi los mil cuatrocientos que se presentaron.
— Como hizo en 2007 con el primer cortometraje en el que intervino en Sevilla.
— Catenaccio, de Ricardo Barby y después La suerte del inocente, cortometraje realizado en 2008 por Alejandro Lobo...Yo me presenté al casting, me hicieron una entrevista y, a partir de esa primera tanda, ya me hicieron las dos pruebas de interpretación y me llamaron para decirme que tenía el papel Castro. Y feliz, muy feliz...
— Y el salto al largometraje, porque su carrera la ha hecho en los cortos, aunque de eso no se puede vivir.
— No, desgraciadamente de eso no se puede vivir. Se aprende mucho. Coges mucha experiencia y tengo que dar, lógicamente, las gracias a todas las personas que me han dado la oportunidad de ponerme delante de una cámara, sobre todo en cortos, en series, en Canal Sur o en Malviviendo. Cuando llega un papel como el de Castro miras hacia atrás y ves que parte de culpa la tienen esas personas con las que has tenido la oportunidad de trabajar, ya que te han dado la experiencia para ponerte delante de Alberto Rodríguez.
— Y compartiendo con Arévalo y con Gutiérrez.
— Geniales. Raúl y Javier, ya dentro de la película, van a sorprender al público ya que están muy acostumbrados a verlos en la faceta cómica y aquí tienen un papel totalmente diferente. Javier hace uno de los papeles que más éxito van a tener en su carrera. Raúl lo hace increíble. Tuve la suerte de hacer con ellos las dos escenas que me correspondían y fue algo espectacular. Palabras, gestos. Te quedabas con ello. Se aprende muchísimo de gente como ésta.
— Todo esto, Miguel Ángel, puede ser un espaldarazo para su carrera.
— Espero que sí.
— Igual le dan un Goya...
— No. Fíjese..., eso me lo ha comentado ya mucha gente, pero no. Sí veo que la película puede estar nominada para los Goya, pero personalmente, como actor, no me veo con un Goya. La película es muy coral, trabaja mucha gente y creo que antes que yo pueden llevárselo otros actores o actrices.
— Su mejor Goya quizá sería que le llamase un productor o un director para trabajar ya.
— Claro, ese sería mi mejor premio. Yo creo que muchas veces, y eso no se debe decir muy fuerte, es preferible tener trabajo a un Goya, porque desgraciadamente ha habido gente que ha tenido ese premio y después, por las circunstancias, no han tenido más trabajo. Yo prefiero trabajar.
— ¿Ha sonado ya el teléfono?
— Si le digo la verdad, no.
Apura su nestea. La tarde está agradable en Jerez. Miguel Ángel ha venido desde su Cádiz natal a pasar un rato de amistad y a echar unos minutos de charla sobre el tema que más le gusta, la interpretación, el cine, su carrera que intenta abrirse camino en unos momentos complejos en lo económico para cualquier tipo de industria y la cinematográfica no es ajena a ello...
— El momento es complicado y, en cierto modo, con el éxito que está teniendo Isla Mínima ya nos podemos dar con un canto en los dientes. Y es que se salta lo cánones del cine español. Ves la película y no parece española. Solo tienes que ver las fotos de Alex Catalán, los papeles que hacen Raúl y Javier y el director que le da un toque especial.
— Castro le ha podido dar un empujón, pero qué papel le gustaría hacer realmente.
— Después de Castro yo aceptaría el papel que me viniese. Como mucha gente sabe yo estaba acostumbrado a hacer comedia, donde me he sentido tan cómodo que una de las cosas que me hacían dudar en esta película era que se traba de un drama, un dramón. Yo pensaba que me iban a decir que eso no era lo mío, que no encajaba, pero al final me lo dieron, quizá por aquello que dicen que quien puede hacer reír también puede hacer llorar. Dentro del papel de Castro le he cogido también el gustillo al drama. Diría que ha sido como un reto. Tenga en cuenta que Alberto antes de rodar te hace ensayar y ensayar, te exprime, póngalo entre comillas, porque intenta sacarle al actor el máximo jugo posible para que el personaje sea tal y como él se lo imagina. En eso Alberto es único. Estaría encantado de volver a trabajar con él o con cualquier otro director.
— Si es con Alberto, mejor, porque ya te conoce.
—Lo bueno de Alberto es la familiaridad y confianza que te da. Lo mínimo que te tenga que decir te lo dice con el máximo de respeto y educación. Ya puedes hacerlo veinte veces que él hace que lo hagas de la manera más amena posible.
A Miguel Ángel su afición por la interpretación le viene de lejos, pero no fue hasta un buen día de 2007 cuando decidió presentarse a un casting a Sevilla del que saldría elegido para protagonizar el cortometraje Catenaccio, de Ricardo Barby. Tras ello, vinieron su papeles en La suerte del inocente, cortometraje realizado en 2008 por Alejandro Lobo; el también corto Viaje Temporal (2008), de Alberto Santaella; Ma non tropo (2009), de Jesús Mesas; el capítulo piloto de la serie Bandoleros, de Ricardo Barby o la figuración especial en el film de Almodóvar La piel que habito (2010). Continuó con sus papeles en cortometrajes como el realizado por Amanda R. Melguizo, Relevo (2011); un papel secundario en la serie web de David Sainz Malviviendo (2011); otro papel en el corto Yo soy… (2012) de Leo Espinosa; un secundario para la serie de TV de Canal Sur dirigida por David Sainz, Flaman (2013), hasta llegar a la llamada del equipo de Alberto Rodríguez para intervenir en La isla mínima. Y todo eso sin salir de provincias, sin salir de Cádiz...
— ¿Salir para hacerte un sitio? Hay que salir, pero tampoco te puedes ir a la aventura. Conozco a compañeros que se han ido, que han reunido su dinerito y se han marchado dos o tres meses a Madrid, a compartir piso, y desgraciadamente han tenido que volver. A la aventura no puedes ir. Todos sabemos que en Madrid o en Barcelona es donde está el trabajo, pero no te puedes ir a la aventura porque terminas volviendo.
— Un compañero suyo de reparto ha sido Jesús Castro, El Niño...
— Sí, el tío está arrasando.
— Y tampoco se ha ido definitivamente de Vejer
— Que yo sepa, no. Por motivos laborales hace su trabajo en Madrid y cuando termina se viene a su casa. Pero lo de Jesús es otro mundo. Jesús es una cosa diferente. Estuve hablando con él y se lo dije, que tenía que llevarlo con mucha cautela. Hablo de él, porque yo hice mi papel y se acabó. El éxito que está teniendo Jesús lo tiene que llevar con sigilo, tiene que saber masticarlo.
— ¿Cómo masticaría usted que no le llamasen?
— Mi ventaja es que es tengo mi trabajo al margen del cine, que tengo mi sueldo, ni nómina todos los meses como se dice. Gracias a Dios no tengo esa presión de que me tiene que salir trabajo para poder comer. Pero no es menos cierto que después de hacer esto, uno tiene la esperanza de que le vuelvan a llamar, que vean la película y digan mira ese actor me viene ahora bien para esta película o esta serie. Estoy a la espera.
— Porque el cine en Andalucía cómo lo ve
— Tiene cada vez más calidad. A veces no sabemos apreciar lo que tenemos. Ahí está Alberto. Las dos películas de más éxito se han rodado en Andalucía y con gente de Andalucía. No puedes comparar que lo que hay de Despeñaperros para arriba sea mejor o peor.
— ¿Se puede hablar de que el cine andaluz es una realidad?
— Por supuesto. No me cabe la menor duda de que el cine andaluz tienen la misma o más calidad que las de otras muchas regiones.
— Quizá le falte el empujoncito de las grandes productoras.
— Yo diría que confíen más. Este tipo de películas, como La Isla Mínima, demuestran que aquí hay calidad, que hay gente que vale para esto, gente muy buena. Aparte de mí. Yo fuera. Hay gente muy buena y poco a poco las televisiones y las productoras se están dando cuenta de que no tenemos nada que envidiar a los demás.
— No se quieres ensalzar como actor, pero me gustaría que se definiese.
— Me defino como un actor de sangre, porque desgraciadamente no he tenido la oportunidad de estudiar arte dramático o de hacer un curso de interpretación ante la cámara. Lo que he hecho siempre es meterme en el papel, interpretarlo como creo que tenía que hacerlo y como lo que he sentido. Eso es lo que hago delante de la cámara.
— ¿Ya lo tiene todo aprendido?
— Tengo que seguir murando y aprendiendo. Y para aprender lo que necesito es que me den trabajo. Hay que ser realista.
— Claro porque como se aprende es trabajando con buenos directores y buenos actores.
— Claro. Tengo 35 años y para mí esto ha sido una oportunidad muy grande. A partir de aquí lo que espero es que me sigan dando la oportunidad de poder demostrar que puedo hacer otras cosas, que puedo trabajar en esto y de lo que haga, por mínimo que sea, lo que quiero es que me enseñen, quiero aprender porque el día que uno deje de aprender no vive.
— El teatro también es un buen sitio de enseñanza.
— No hago teatro, aunque me encantaría hacerlo. El contacto con el público, sobre todo en lo que es comedia, me encanta, ver a la gente reírse. No he tenido la oportunidad de hacer teatro, pero no lo descarto.
— Muchos actores han dicho que el teatro es la sala de aprendizaje
—En el teatro lo que sale bien, sale bien y lo que sale mal, sale mal. No hay repeticiones. Tienes que estar muy bien preparado y si no sale tienes que pensar las razones por las que no ha salido. Es verdad que para un actor o una actriz el teatro es un buen aprendizaje pero, hay que ser sinceros, también conozco a muchos actores y actrices que no han pisado un escenario y se están ganando la vida con el cine.
— Su vida han sido los cortos, los castings...
— Y seguiré yendo a ellos, pos supuesto. Iré a lo que me salga, ya se trate de un corto o largo.
— En los castings la gente se tiene que devorar.
— No se crea. Esa es una leyenda urbana, de que allí nos comemos, que estamos deseando que el otro se equivoque para que no lo cojan o que se caiga. No es así...Pero en cuanto a los castings y demás, yo no descarto nada. He hecho La Isla Mínima y sé la envergadura que tiene la película pero si me llaman para un corto normal y corriente yo voy porque no sé dónde va a estar la oportunidad. A mí me ha visto Alberto Rodríguez, pero quién me dice que me ve otro director y dice este me convence.
— Por ejemplo Amenábar.
— Me encanta. Sería un lujazo trabajar con él.
— ¿Tiene su teléfono?
— No. Ojalá. Por suerte para él no lo tengo porque, en ese caso, le estaría llamando cada dos por tres.
— Le he dicho Amenábar porque sabía que era uno de sus favoritos, pero en España hay muy buenos directores.
— Sí, sí...Sobre todo desde Amenábar con Los Otros ví el cambio en el cine español, comenzó a modernizarse, ya no era lo típico que veíamos durante años, que era sota, caballo y rey, esos tópicos...
— Pero sin embargo se siguen cerrando salas. Hasta dos multicines han cerrado en Jerez. Y es que las salas no se llenan
— Lo que hay que hacer, sinceramente, es bajar los precios. No hay otra. No es verdad que el cine español sea malo y no sirva para llenar las salas. Sí sirve lo que hay que hacer es bajar los precios y la gente va, porque no es tonta y sabe cuando le dan algo bueno. Lo que pasa es que va un matrimonio con dos hijos al cine y cuánto le cuesta.
— Treinta euros
—Y no han comprado las palomitas. No podemos estar ciegos porque todo el mundo sabe cuál es la situación.
Ya solo quedaba el hielo en los refrescos de Miguel, de Alejandro Lobo, que hizo las presentaciones, y en el mío. La tarde se echaba, Miguel debía estar de vuelta en casa y se terminaba la grata conversación con un hombre que busca su futuro en el cine...
—¿Que qué le diría a los directores para que me llamasen? Que vean las Isla Mínima, que disfruten de esos cuatro minutos que tengo y que la película les encandile como ya han encandilado al medio millón de espectadores que la han visto.
— ¿Cuántas veces la ha visto usted?
—Cinco. El día del estreno en Sevilla, con unos amigos, con unos compañeros de trabajo, con mis padres...
— ¿Cada vez se ve mejor?
—O peor. Después de verla cuatro o cinco ves creo que el personaje de Castro ha quedado. Me costó hacerlo. No era fácil. Era un borracho casi moribundo que tenía la necesidad de contar, de dar información, tenía esa ansiedad. Me costó, pero parece que ha quedado pero no quiero verla más porque si no me voy a poner a sacarme defectos...
— Mucha suerte, actor.
Jerez
“Para madurar lo que necesito es seguir trabajando”
“Es un lujo que Alberto Rodríguez me ha haya dado un papel de esa relevancia, ya que han sido cuatro minutos pero muy importantes para el argumento”
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