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El día de hoy

La jornada de reflexión será el próximo sábado, por lo tanto quedan unos días de paseos, reuniones, ronquera y cansancio.

Metidos ya en la recta final de la campaña electoral es fácil que se extravíe la fecha que hoy conmemoramos, el día de los Museos. Desde 1977, el domingo más cercano al 18 de mayo, este emblemático edificio abre sus puertas como todos los días, si bien esta jornada se dedica a acercarse más al público organizando talleres, concursos y reuniones teniendo como objetivo el intercambio cultural. A buen seguro que hemos recibido algún correo electrónico invitándonos a unirnos e inmediatamente hemos tecleado en el buscador para refrescarnos la memoria.

En los museos vemos y participamos de la historia. Es como si hubiera salido de los libros para mostrarse ante nosotros tal como la conocimos. Y recordamos al profesor que nos la descubrió al contárnosla como un cuento, a la profesora que nos enseñó a analizarla dentro del tiempo en que transcurrió, al documento escrito que cogimos por primera vez o cuando nos enfundamos los guantes para abrir un códice. Cuánta emoción rezuman las obras de arte que viven en los museos, que están ahí para nuestros ojos, para cuantas veces deseemos disfrutar de los detalles que no apreciamos la última vez que estuvimos ante ellas.

En realidad no hay que esperar al día de hoy, como tampoco hay que esperar a la noche en blanco para visitarlos. Tenemos todo el año para hacerlo, pero es interesante conmemorar, guardar el recuerdo. Claro que, ya se sabe, la actualidad todo lo acapara y lo demás pierde cierta relevancia aunque no lleguemos a olvidarlo por los correos, anotados anteriormente, por un enunciado en el noticiario o una esquelita en el periódico. En estos días la política es todo, las elecciones, porque como ciudadanos cada cuatro años debemos decidir si quedarnos como estamos o cambiar. Y en esas estamos.

Dentro de ocho días votaremos. Con las estadísticas volando sobre las alas del levante, La Isla inspira desaliento y espira confusión. Los programas que ofrecen los partidos, todos, se enfocan al bien común, a revivir lo que nos queda, que es bastante. Pero hace tiempo que La Isla adolece de apatía, no hay entusiasmo y si alguien da ideas,  quiere abrir caminos, las ganas se transforman en ilusión y la ilusión en sueño frustrado.

El cambio, dicen, hay que cambiar las leyes, hay que cambiar esto, hay que cambiar lo otro… y los isleños qué, quién cambia a quienes  integran ese montón que crece como la espuma quemando los foros, llenándolos de insultos y faltas de ortografía, montón tan anónimo como sus firmantes a pie de casillero, montón en el que no se aprecian visos de querer cambiar, de evolucionar, de reaccionar junto a la minoría que desea levantar esta ciudad que se cae a pedazos, montón que continúa practicando el ejercicio de encogimiento de hombros, que prefiere volver el cuello y dirigir la mirada a las nubes o a las moscas que pasan en vez de abandonar las teclas, leer y razonar.

La jornada de reflexión será el próximo sábado, por lo tanto quedan unos días de paseos, reuniones, ronquera y cansancio. Quedan unos días de comentarios, corrillos, discusiones y tertulias. Mientras tanto La Isla se acerca a una nueva etapa llena de proyectos, propósitos y asuntos pendientes con cuatro años para desarrollarlos, cumplirlos y terminarlos. Pero La Isla no puede cerrar aún el ciclo anterior porque se le ha extraviado la confianza. Está cansada. Va perdiendo fortaleza, por lo que la prudencia, la templanza y la justicia son los pilares en los que se puede apoyar. Y pasará este año. Y llegará otro Día de los Museos, otro día como el de hoy. A ver si para entonces está listo alguno de los que le faltan y puede empezar a sonreír.

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