Nada podemos decir salvo aceptar el resultado de unos comicios que, como democráticamente queda establecido, reflejan la voluntad, percepción, proyección de futuro y necesidades de un pueblo.
Nada es casual y como siempre que se habla de estos temas, surge la sabia opinión que dice que el pueblo siempre tiene razón. Aunque tengamos ciertas dudas respecto a lo que constituye la memoria política (hay algunos que aseguran que no va más allá de tres meses), esta vez parece que la historia reciente, los cuatro últimos años vividos, se han grabado a golpe de cincel en la conciencia colectiva.
Tanto es así, que esta conciencia, la de los grandes grupos sociales situados al otro lado del poder económico y que constituyen la clase media y la más desfavorecida económica y socialmente, no solo han cuidado de su memoria, sino que han sufrido en primera persona, los desmanes de organismos, entidades y ´chorizos´ con nombres y apellidos, cuyo interés en velar por el bien común se ha situado tan distante de la realidad como se siguen encontrando los dos polos geográficos.
Las antípodas de una sociedad democráticamente construida y celosa con el equilibrio de la colectividad, es lo que hemos venido sufriendo desde que se instauró, como por arte de magia, la consabida crisis, de la que aún no nos hemos repuesto y cuyos protagonistas, salvo algún ´pardillo´ convertido en reo imprescindible, siguen por ahí de rositas, cachondeándose del mundo, con la proa al viento y la cena puesta.
Ahora, la cosa está más complicada para quienes, aún en sus reductos autonómicos, siguen faroleando de haberse mantenido en votos y representatividad en estas elecciones, siendo el único punto ´rojo´ del mapa geopolítico español. También se farolean quienes después de perder un montón de escaños, siguen pretendiendo atribuirse ser la primera fuerza política de este país. Al fin y al cabo, las luminarias y faroles que suelen alumbrar nuestra política suelen pecar de estrellas hipócritas, cuando en realidad acaban siendo pábulos de cera que extinguen con el tiempo.
Los mal llamados emergentes, tienen su cara y su cruz. Pero no cabe duda que aún no se les puede juzgar por los hechos ni resultados de su gestión. Expresan voluntades, ideas y percepciones que vienen quedándose grabadas a través de las diferentes exposiciones públicas de sus líderes, quienes más en intenciones que en hechos, quizá respondan, en su meteórica formación, a aquellos sectores sociales para los que no se ha encontrado aún respuesta y cuyas necesidades, perentorias por cierto, tienen nombre de comida, vivienda, sanidad, educación, justicia,...trabajo, cultura, educación, educación, educación....y (otra vez) justicia social. Todo un elenco de vitales requerimientos para el verdadero equilibrio social.
Momento histórico de nuestro más reciente político...sí. Momento del CAMBIO..., también. Esta vez, sí parece que algo va a cambiar. Dado el panorama electoral y sus resultados, el cambio está servido. Una nueva forma de colectivizar las decisiones como aún no se había dado desde los años setenta. Una diversidad parlamentaria, cuyo ajuste y vertientes tiene igualmente tintes ´venenosos´, dependiendo de la decantación en las decisiones que se tomen.
La abstención, el sí, el no, o...el no sé, serán suficientemente explícitos para saber más, mucho más, sobre si aquellas intenciones, manifestaciones, líneas rojas, o postulados enraizados en la más perentoria necesidad de los ciudadanos, se viste de claridad o pasa a ser una fantasía más de los ´fantasmas´ políticos que suelen imperar en las alineaciones de nuestros partidos.
La mirada está puesta en el horizonte y aunque en éste - otra vez - modesto artículo de opinión, hayamos hecho uso de expresiones de la calle, a conciencia claro, no nos cabe duda que la calle, el pueblo, los ciudadanos, tienen y tendrán los ojos abiertos a ese ´juego de cintura´ que sugieren unos y a la internacional que cantan otros, no vaya a ser que su alcance sea otro espejismo en las duras arenas del desierto en el que nos encontramos.
Son más de los que parecen, si la ley electoral no fuera la que es. Pero la gente vigila, de eso no cabe duda, y la ´patata´ caliente que queda como resultado del cocido electoral reciente, habrá que aplastarla, condimentarla y aceitarla para convertirla en la sabrosa comida primaria que en tantas mesas sirvió de alimento a quienes, de otra forma, hubieran fallecido de inanición tanto física como ideológica.
Seguimos mirando al horizonte. Su alcance y realidad queda por precisar.
Arcos
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"Ahora, la cosa está más complicada para quienes, aún en sus reductos autonómicos, siguen faroleando de haberse mantenido en votos y representatividad en estas elecciones, siendo el único punto ´rojo´ del mapa geopolítico español"
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