Hay otro país que no sale en los telediarios, otra realidad que convive con nosotros de forma cotidiana y que en ciudades y provincias como Jaén su invisibilidad se hace más dolorosa e injusta. Ayer, Cáritas Diocesana presentó su informe anual, que lejos de apartarse de la pobreza, revela que se ha convertido en crónica, que hay jienenses que no dejarán de ser pobres el resto de su vida, y lo que es peor, que sus hijos, difícilmente sobrepasarán el umbral de esa pobreza. Ese es otro Jaén olvidado, el de barrios como el Polígono del Valle, Peñamefécit, Antonio Díaz o las 101 viviendas del Bulevar. El director de Cáritas Diocesana, Rafael López-Sidro, lo dejó ayer muy claro: “La pobreza se está heredando y es ya crónica”. Cáritas tuvo que duplicar los recursos destinados al pago de alquileres, luz, agua y alimentos infantiles. La mayor cantidad gastada por las Cáritas Parroquiales correspondió a atención primaria, por un importe de 948.470 euros, de un total de 1,1 millones. Esas cifras deben ruborizarnos y hacernos pensar que no todo va tan bien y que la intervención del Estado en la Economía es esencial, no solo para salvar a los bancos, sino para diluir las desigualdades sociales y estructurales que genera el sistema actual, algo que parece que han olvidado hasta las políticas de izquierdas, que deberían centrarse en paliar esa cronificación de la pobreza.
Jaén
Condenados a la pobreza
El informe anual de Cáritas Diocesana revela que la pobreza no solo se ha cronificado en Jaén, sino que ya se hereda
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