Parece que fue ayer pero han pasado cien años desde que las tiras cómicas para niños se estamparon en los periódicos para más tarde reunirse en una publicación semanal. La papelería esperaba la visita y los ojos chispeantes de los pequeños acompañados por sus mayores para comprar el TBO.
La mano sostenía el rulo de papel con firmeza y suavidad hasta la llegada a casa, donde se leía junto a la merienda. Era la única comida en la que se nos permitía leer, quizás por esa razón la memoria nos devuelve estas publicaciones salpicadas de miguitas de pan y olor a cola-cao. Ni la televisión podía arrebatarnos ese momento mágico, divertido e íntimo únicamente compartido con los personajes, cuyas vidas saltaban de las viñetas a nuestra imaginación.
Alargábamos el tiempo disminuyendo el volumen y la intensidad de los bocados al bocadillo, aumentábamos la masticación y nos tomábamos un receso antes de continuar, porque este tiempo de lectura tenía que ser continuado, interrumpirlo era una falta que nos minaba la moral. Aquel era un entonces inmenso que se fue llenando de imágenes claras, llenas de colores que nos acompañaban hasta dormirnos con ellas. Fueron las que conformaron nuestros recuerdos, los que vemos en nuestro particular horizonte delineado con el lápiz de los años.
Se trata de un acontecimiento que ha pasado de puntillas por la actualidad, por lo que no ha llegado a ser noticia, sino un evento de agenda cultural. Por eso se ha tenido que conformar con una columna de ciento cincuenta palabras más o menos a la derecha de una página par en una revista mensual, que debido a su grosor hay que forzar bastante y con cuidado para poder leer que a estos cien años se les ha dedicado una exposición. Pues hay que agradecer la inclusión, el detalle de tan dulce recuerdo en este presente inquietante, saturado de actualidad.
Aquel TBO nos descubrió la lectura como un tesoro cada vez que lo abríamos, cada vez que lo releíamos y aquel hábito semanal y luego casi diario evolucionó hasta hacer de nosotros lo que somos hoy, lectores, devoradores de libros. Estos cien años dan al TBO carácter histórico, por lo que sería entrañable contar con una publicación conmemorativa parecida a la que en su momento hizo la editorial Bruguera dedicada a su Escuela de humor. El TBO nos enseñó que la vida podía tener un lado cómico si el que la miraba sabía dibujarlo. Enhorabuena y a por otros cien años.