Cyril Ramaphosa asumió hoy el cargo de presidente de Sudáfrica en sustitución Jacob Zuma, que dimitió anoche, y, en su primera intervención, se comprometió a trabajar para hacer frente a los problemas más graves del país, como la corrupción o la caída de la economía.
El hasta ayer vicepresidente fue designado en la cámara baja del Parlamento, en una sesión en la que ningún otro candidato le disputó el puesto, por lo que no hubo necesidad de votación.
Ramaphosa había sido nominado por su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA), gobernante en Sudáfrica desde el fin del apartheid y mayoritario en el recinto.
El antiguo dirigente sindical, de 65 años, afirmó que recibe el encargo como un honor y con humildad y se prometió que, bajo su mando, el interés de Sudáfrica y de su pueblo vaya siempre "primero".
"Cuando uno es elegido en esta clase de posición, básicamente se conviertes en un servidor del pueblo de Sudáfrica", expresó Ramaphosa, en su primera intervención tras la elección.
También dijo que va a trabajar para paliar la corrupción, para mejorar la economía y para buscar la unidad del país, aunque explicó que los detalles de sus líneas de Gobierno los expondrá mañana, cuando se encargue de dar el discurso sobre el estado de la nación en el mismo recinto.
"Trabajaré muy duro en para no decepcionar al pueblo de Sudáfrica", concluyó.
Solo unas horas después, el presidente del Tribunal Constitucional, Mogoeng Mogoeng, le tomó juramento en una pequeña ceremonia que lo convirtió oficialmente en el quinto presidente de la historia democrática de Sudáfrica.
Las principales figuras del CNA arroparon a su nuevo líder y acompañaron su designación con vítores y cánticos que ponían fin a semanas de tensión por el tira y afloja con Jacob Zuma para que abandonase la Presidencia.
Los escándalos de corrupción que rodean al exmandatario se habían convertido en una mancha para el partido y ponían en serio peligro su popularidad de cara a las elecciones de 2019.
Zuma está implicado en numerosas acusaciones, incluidos casi 800 cargos por corrupción relativos a contratos de armas de finales de los noventa o las investigaciones por haber usado el Estado para favorecer a una familia de empresarios afines con concesiones públicas millonarias.
Ya sin margen de maniobra para retener el cargo debido a un ultimátum público del partido, Zuma dimitió anoche y el antiguo movimiento de liberación puso en marcha los trámites para asegurar que Ramaphosa pudiera convertirse en presidente de forma inmediata.
"Creo verdaderamente que nuestra democracia ha madurado y se mantiene fuerte", señaló la presidenta del Parlamento, Baleka Mbete.
No estaban tan de acuerdo con el proceso los partidos de la oposición, que reclamaban la disolución del Parlamento y convocatoria de elecciones anticipadas.
"Nuestro problema no es Jacob Zuma, es el CNA", aseguró Mmusi Maimane, líder del principal partido opositor, la Alianza Democrática.
"Sería erróneo por mi parte decir que el problema de Sudáfrica es Jacob Zuma. Usted sentado en la silla de al lado ni si quiera le dijo lo que estaba haciendo mal", subrayó.
En consecuencia, Maimane pidió que se dé oportunidad a un "nuevo comienzo" elegido por el pueblo y echó en cara a Ramaphosa que, como vicepresidente en el Gobierno de Zuma, no actuó contra el deterioro de la Administración y la economía ni contra los escándalos de corrupción de su superior.
Incluso más contundentes se mostraron los Luchadores por la Libertad Económica (EFF), que para mostrar su rechazo abandonaron la cámara pocos minutos después del inicio de la sesión.
Pese a todo, la mayoría de los referentes opositores felicitaron a Ramaphosa y celebraron que su asunción pone fin oficialmente a la era Zuma.