El brote de ébola que afecta al noreste de la República Democrática del Congo (RDC) acumula hasta hoy al menos 579 casos y 352 muertos, según el último informe de situación difundido por el Ministerio de Sanidad del país.
Entre los fallecidos, 304 son casos confirmados científicamente mientras que los otros 48 son contagios no comprobables y catalogados como "probables".
En el cómputo global de casos, 531 son positivos de laboratorio y 48 figuran como probables.
El informe ministerial está actualizado con datos hasta el 24 de diciembre y señala también que 201 personas han logrado superar la enfermedad.
El número de vacunados con tratamientos experimentales, por su parte, asciende a 52.122.
Este es ya el brote más letal que ha tenido la RDC y el segundo más grande del mundo.
Desde que se declaró su comienzo el pasado 1 de agosto, la mayor parte de los casos y fallecimientos se concentran en la provincia de Kivu del Norte, pero también la vecina Ituri está afectada.
Se trata de una zona donde operan más de un centenar de grupos armados y donde la resistencia y la desconfianza de la población local, ya de por sí traumatizada por la violencia, se ha convertido en uno de los peores enemigos del brote.
La difusión de bulos y mentiras hacen que los afectados por ébola no acudan a tiempo a los centros de tratamiento.
Además, los ataques violentos de grupos como los rebeldes ugandeses se han acentuado en los últimos meses y han causado decenas de muertos y miles de desplazados, y llegaron, incluso, a detener la campaña de vacunación.
El virus del Ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo.
El brote más devastador a nivel global fue declarado en marzo de 2014, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakri, país del que se expandió a Sierra Leona y Liberia.
Casi dos años después, en enero de 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) proclamó el fin de esa epidemia, que causó 11.300 muertos y más de 28.500 contagios, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras.