El profesor George Lakoff publicó en 2004 un ensayo titulado No pienses en un elefante con el que descifraba el funcionamiento del lenguaje político a la hora de activar determinados “marcos mentales” que son los que coindicionan la elección de nuestro voto; en su caso, entre conservadores y progresistas -entre republicanos y demócratas-. Desde entonces, su libro es una referencia a la hora de abordar cualquier campaña electoral y de interpretar las tendencias del voto, sobre todo ante circunstancias extraordinarias -incluso inexplicables-, como la victoria de Trump o los ascensos de Podemos y Vox en nuestro país.
Lakoff tituló el libro con la frase con la que iniciaba cada curso sus clases en Berkeley: “No piensen en un elefante”, les decía a sus alumnos, e, inmediatamente, la imagen del elefante aparecía proyectada en su mente, puesto que hay un marco mental preestablecido que nos lleva a asociar el nombre “elefante” con una determinada imagen. Lo mismo, cuenta, le ocurrió a Richard Nixon cuando compareció por televisión tras el caso Watergate y dijo: “No soy un delincuente”. Al instante, todos los americanos asociaron la imagen de Nixon con la de un delincuente: el lenguaje, en este caso, como condena, pero también como advertencia hacia los propios políticos a la hora de activar determinados marcos mentales entre el electorado por su capacidad a la hora de evocar determinados valores.
El diario El País publicaba esta semana un interesante artículo en el que interpretaba el ascenso de Vox a partir de las teorías que Lakoff estaba aplicando para explicar la estrategia de Trump a la hora de “controlar el ciclo de la información” a través de las redes sociales. Es más, basta con tomar prestada una de las reflexiones de su libro para encontrar respuestas al fenómeno Abascal tras lo sucedido en Andalucía y como prolegómeno a lo que puede ocurrir el 28 de abril: “La gente no vota necesariamente en su propio interés, sino que votan su identidad, sus valores, votan a aquel con quien se identifican. Puede que se identifiquen con su propio interés; no es que su propio beneficio no les importe. Pero lo que votan es su identidad, y si esta encaja con su propio interés, eso es lo que votarán. Es importante entenderlo, y es un grave error dar por hecho que los votantes siempre eligen su propio interés”.
Ya sé que no lo harán, pero los votantes harían bien en leer a Lakoff antes que cualquier programa electoral, o por lo menos en tenerlo presente, ya que no se trata solo de Vox, sino de los discursos que pretenden dominar el escenario político, que es donde Pedro Sánchez se está descubriendo como un líder indiscutible, aunque sea mérito de sus asesores, pero el primero, al fin y al cabo, en marcar las pautas y los debates que dominan en las tertulias de nuestro país; lo contrario a lo que, según Lakoff, ha llevado a los demócratas a perder tantas elecciones en EEUU: dejarse dominar por el discurso del adversario, e incluso dar por sentado que es el discurso equivocado.
Por eso mismo, la campaña a estas generales sigue girando en torno a Pedro Sánchez y en torno a Vox, que son los que mejor han entendido las circunstancias y hasta los marcos, más emocionales que mentales, que había que activar para conectar con el electorado que puede hacerles decisivos dentro de mes y medio.
La otra batalla de cara a las generales se está jugando en la confección de las listas de los partidos, y la verdad es que vuelve a dejar impresiones más que decepcionantes que, por fortuna para ellos, no llegan a trascender lo suficiente entre la opinión pública; tal vez porque las damos por hecho, pero no hasta el punto de advertir qué es en realidad lo que hay en juego: un sueldo, por supuesto, que es como la palabra que establece el marco mental simplificado de todo lo que hay detrás, desde intereses internos a aspiraciones personales y profesionales; es decir, todo lo que no queda a la vista por el envoltorio de las causas comunes en favor del servicio público, de la democracia, bla, bla, bla... pero no se olviden del elefante.