Tras 14 años de espera, la iglesia de Santa Catalina reabrió sus puertas a los fieles y al público el pasado 28 de noviembre. Si larga fue la espera en este templo, más se han hecho esperar las buenas nuevas en el caso de Santa Clara. Hasta ahora.
El Arzobispado de Sevilla cuenta desde finales de marzo con el Proyecto básico de intervención en la iglesia, sacristía y compás del monasterio de Santa Clara, obra de los arquitectos Gonzalo Díaz Recasens y Antonio Martín Molina, que durante 20 años han estudiado y analizado el complejo.
La intervención que los profesionales plantean al Arzobispado se resume en “consolidar lo que hay”. O dicho de otro modo: “limpiar de construcciones ruinosas y poco planificadas” los 1.000 metros cuadrados construidos sobre los que se actuará, explica Díaz Recasens. Esas obras poco afortunadas en la sacristía y el compás darán paso a espacios diáfanos y en los que el uso que se prevé es, fundamentalmente, de oficinas, apostilla Martín Molina. Oficinas que sirvan de apoyo a una iglesia que el Arzobispado quiere recuperar para el culto, como así lo aclara el delegado diocesano de Patrimonio, Antonio Rodríguez Balbín. La rehabilitación del edificio irá acompañada de una restauración de los bienes muebles, con las joyas de los cuatro retablos de Martínez Montañés como principales hitos. Las manos encargadas de devolverles todo el brillo pasado serán las de Agustín Martín y Antonio Gamero. Santa Clara, además de templo, será pues un nuevo reclamo turístico.
Artesonado mudéjar
La últimas cuatro monjas que había en el monasterio de Santa Clara abandonaron el edificio hace dos décadas, periodo más que suficiente para que éste haya sufrido el paso del tiempo. Es el caso, sobre todo de la sacristía y el compás. “La iglesia tuvo mucha suerte”, señala Martín Molina. El imponente artesonado mudéjar no se ha visto muy deteriorado gracias a la estructura metálica que sobre el mismo colocó el arquitecto Rafael Manzano en los setenta.
El proyecto básico va acompañado de fotografías que evidencian el estado actual de la iglesia. En este sentido, los zócalos cerámicos del siglo XVI están, por ejemplo, cubiertos con unos paneles de madera.
La intervención que proponen los dos arquitectos, que ya trabajaron en el Palacio Arzobispal, prevé la construcción de un muro, a modo de contrafuerte de la espadaña (“que se está cayendo”) y la eliminación de los desniveles entre las plantas. Gracias a esta limpieza, los dos coros de la iglesia (el bajo y el alto) quedan a la misma altura que las dos plantas del edificio. “Juan de Oviedo fue un gran arquitecto (a él se debe la iglesia de Santa Clara). Lo que se ha hecho después aquí han sido chapuzas”, sentencia Díaz Recasens.
En el proyecto se recoge que “no se han observado vestigios de pinturas murales” ni se han advertido “indicios de ocupaciones anteriores”, aunque tanto Díaz Recasens como Martín Molina coinciden en que una obra de esta envergadura puede “arrojar sorpresas”. Para poder afrontarlas, el proyecto reserva una partida de 7.000 euros. En total, el presupuesto de los trabajos de restauración de esta joya del siglo XVI es de 2,5 millones.
El convenio firmado entre el Arzobispado y el Ayuntamiento en diciembre de 2018 estipulaba cuatro anualidades. En 2018, una de 200.000 euros; en 2019, 782.416; en 2020, 950.000 euros y en 2021, 1.150.000 euros. Tanto Arzobispado como Ayuntamiento confían en empezar las obras muy pronto. Santa Clara, como Santa Catalina en su momento, comienza a arrancar hojas al calendario con la vista puesta en su reapertura.