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Jueves 25/04/2024
 

Lo que queda del día

La pifia de Blatter

  • Panenka en el momento de materializar su mítico penalti ante Alemania en la final del 76
A mi padre siempre le han gustado los penaltis lanzados en forma de trallazos. “Esos son los penaltis bien tirados”, suele decir, sobre todo cuando ve a algún jugador dirigirse a los once metros con reconocida tendencia al adorno o la colocación. También tiene una teoría -no es científica, aunque no va muy desviada- sobre el portero obligado a detenerlo (El miedo del portero ante el penalty, se titulaba una de las primeras películas de Win Wenders). En su opinión, el mejor consejo para un guardameta es que no se mueva del sitio, ya que buena parte de los lanzamientos terminan entrando por la franja central del arco. Goicoechea, el arquero de la selección argentina, lo puso en práctica y le fue bastante bien.

El caso es que no todo el mundo sigue esa regla clásica y definitiva del zambombazo para finiquitar el lance del juego y, así, a lo largo del último siglo ha habido diferentes variantes estilísticas como vehículo de distracción ante el portero rival. Una de las más populares es la del penalti a lo Panenka, popularizada y registrada por el jugador checo del mismo nombre en la mítica final europea de 1976 ante Alemania. Por otro lado está el penalty a lo Cruyff, poco y mal ensayado, en el que el lanzador pasaa el balón a un lado para que venga otro delantero a remachar ante el desconcierto del guardameta; también el penalty de tacón, que ejecutaba el brasileño Sócrates en los ochenta, de espaldas a la puerta -marcó algunos así-; el penalty llorón, en el que se especializó Mendieta (aguantaba hasta el último segundo para lanzar y siempre mirando al portero, por lo que no tenía más que acariciar el balón en dirección al lado contrario del que se lanzaba el guardameta para que llegara casi llorando a la red: aquel par de segundos se hacía eterno). Y, por supuesto, está el penalty con paradiña, del que han sido auténticos artistas los brasileños.
Pues bien, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha dejado caer esta semana que respaldaría cualquier iniciativa reglamentaria que sancionara al jugador que emplease esa técnica para tirar desde el punto fatídico. En su opinión, la paradiña es un engaño al rival, una falta de respeto al contrario, vamos.
Como dice Hugo Gatti, el “fútbol es de vivos”. Lo vemos cada semana, y es desde esa parcela de la genialidad desde la que se contagia la grandeza de este deporte de generación en generación. Blatter, sin duda, ha pifiado su pena máxima.

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