Los críticos de cine tienen fama de no gustarles la mayoría de las películas, lo cual tiene sentido. Los que saben de una cosa son más estrictos con los productos que salen al mercado, algunos de fusilamientos masivos sin juicio.
Harry Callahan dice que a él cuando le gusta una película lo dice y además lo pregona, porque es crítico de cine y le gusta contarlo. O sea, que además de decir que una película es buena, se recrea en la trastienda del cine, en cómo se hizo, qué ocurrió, qué debía haber ocurrido.
Eso lo hace en Radio La Isla, donde presenta y dirige el programa Good Morning Vietnam, con el grito de guerra de la película dirigida por Barry Levinson en 1987 protagonizada por Robin Williams animando a las tropas nortemericana en su Waterloo particular.
Harry Callahan además es una persona abierta a todas las novedades de los últimos tiempos y si le gusta una película en la que los informáticos trabajan más que los actores lo dice, aunque como a todo cinéfilo le encanta volver la vista atrás hacia ese cine en el que lo físico, lo real, se rodaba a las bravas, con serio peligro para la integridad física de los actores.
Si en el término medio está la virtud y después de un cine artesano en el que todos estaban aprendiendo planos y técnicas la informática se traga a las personas, a lo físico, lo ideal sería unir ambas cosas que además pueden convivir perfectamente si se hacen bien las cosas.
Pone el ejemplo de la segunda entrega de Terminator. Mientras la primera se notaba que estaba delante de un muñeco, en la segunda unos efectos especiales que costaron muchas horas ane el ordenador para realizar pocos segundos de película se mezclaron con escenas reales, como la de un helicóptero pasando por debajo de un puente de una autopista en manosde algún loco.
Eso y a grandes rasgos en lo que se refiere al cine, un mundo en el que Harry Callahan se mueve con su Magnum 44 con la mente abierta a todo lo que llega y con el sentido crítico que no debe faltar. “Good Morning, Vietnam es el programa que a mí me gustaría escuchar”, dice hablando de su programa en Radio La Isla a la vez que agradece que le dejen hacer lo que le dé la gana con su hora de emisión.
La fotografía imposible
La otra pasión de Harry Callahan es la fotografía y hace un par de años dio un vuelco a la fotografía cofrade -porque eran fotos de Semana Santa- con una colección de obras de arte en blanco y negro, donde el color no te salva de nada y todo depende de la obra en su conjunto.
Planos imposibles que sólo se pueden captar con un movimiento de la mano, inverosímil para un fotógrafo más o menos clásico, que arrancan arquitecturas jamás vistas en una foto.
Harry Callahan, que además se llama Miguel Ángel Fernández y es abogado, ha sido el único que ha expuesto su obra en la Venta de Vargas, templo del flamenco que albergó una colección de imágenes cofrades y que va por la calle con una cámara a mano.