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Constitución

Tuve la misma sensación que la primera vez. Desde que me monte en el AVE, camino de Madrid igual que cuando me estrenaba como diputada novata hace apenas...

Publicado: 06/12/2019 ·
10:30
· Actualizado: 06/12/2019 · 10:30
Autor

Sol Cruz-Guzmán

Arquitecta de profesión por la ETSA Sevilla. Diputada por Sevilla en el Congreso de los Diputados

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Cámara Baja es un espacio en el que se trata la actividad política en el ámbito local, regional y nacional

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Tuve la misma sensación que la primera vez. Desde que me monte en el AVE, camino de Madrid igual que cuando me estrenaba como diputada novata hace apenas unos meses. Salí de Sevilla aun con la inseguridad que producen las nuevas situaciones, tras seis meses de frustrada legislatura, tiempo insuficiente para aclimatarse. Todo este jaleo, porque el candidato que ganó las elecciones, el socialista Pedro Sánchez, pensó, y decidió, que era mejor ir de nuevo a las urnas para ver si mejoraba sus resultados. No le salió, pero eso ya no pertenece a este relato. 

3 de diciembre, sesión constitutiva del congreso. He metido en la maleta un ejemplar de la Constitución. En el tren, lo abro y comienzo a experimentar las primeras sensaciones, la primera es un tirón de orejas a mí misma: Nunca había tenido un ejemplar de la Constitución en mis manos. Es posible que yo no sea la única, ya lo sé, que todos hayamos consultado la Constitución, algún artículo, pero nunca lo había considerado un libro esencial en mi biblioteca. Es más, ahora pienso que en el sistema educativo tendríamos que familiarizarnos más con la Constitución. No digo que se convierta en asignatura, que haya que empollársela, pero sí que aprendamos desde niños a quererla y a respetarla. 

Mi edición es de bolsillo, con un papel a camino entre la parafina y el vegetal, muy similar al que se usa habitualmente en las ediciones del Nuevo Testamento. Me parece interesante la impresión que he tenido al cogerla, y decido que será lo primero que le cuente a los niños y niñas del colegio Alminar, en Sevilla, al que iré a celebrar y a explicar la importancia de la Constitución. Vuelvo a las aulas, ahora como diputada, y de pronto me invade una sensación de orgullo. Les diré que lo del Nuevo Testamento tiene que ver también con la importancia de este libro: La Constitución es para los demócratas nuestro libro guía, el reglamento, las instrucciones que debemos seguir para continuar con el legado que nos dejaron los padres constituyentes. Lo dijo Adolfo Suárez, el presidente del Gobierno que impulsó la tarea histórica de aprobar esta Constitución, por consenso, tras una larga dictadura: “La Constitución no resolverá todos nuestros problemas, pero todos seremos protagonistas de nuestra historia”. Han pasado ya cuarenta y un años y pienso que es verdad, gracias a la Constitución no resuelve los problemas, pero es fundamental para ir resolviéndolos entre todos, en paz y libertad, por eso podemos seguir considerándonos protagonistas de nuestra historia. 

He llegado a Madrid y, con ese espíritu, atravieso la puerta del hemiciclo e imagino lo complicado que tuvieron que ser los catorce meses para llegar a un consenso entre las diferentes fuerzas políticas con ideologías tan distantes. Desde el 22 de agosto de 1977, que empezaron a reunirse los ‘padres de la Constitución, hasta el 6 de diciembre de 1978, que la aprobó el pueblo español de forma abrumadora. Hay que pararse en esos meses, en la extraordinaria importancia de lo ocurrido, porque resulta que, hasta entonces, en España nunca se había aprobado una Constitución con tanto consenso y jamás había durado tanto tiempo. Este es el mayor periodo de paz y de libertad de toda nuestra historia, y eso que somos la nación más antigua de Europa o, por lo menos, tan antigua como la que más. Me pregunto: ¿hay mayor orgullo que entrar en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, a pocos días de que se celebre el aniversario de la Constitución, y jurar solemnemente el acta de diputada, por amor a España y por respeto a nuestra memoria? 

La emoción se desvaneció pronto, ahí llegaron mis decepciones. Carreras de algunos diputados para coger escaño, pataleo a nuestras normas que rigen este importante día en el que se forma un nuevo gobierno, fórmulas groseras para la jura, unos en favor de la República o de la revolución de los claveles, otros para destruir España, juras en Euskera, puños en alto… Como dijo Ortega y Gasset, definitivamente no era esto, no. Repaso cada acontecimiento del día mientras vuelvo en el ave y pasan por la ventanilla miles de imágenes, como una fotografía time-lapse, en la que se suceden olivos, matorrales, naranjos, viñas, olivos. Imágenes tan borrosas como el futuro de esta nueva legislatura que contrasta con la nítida imagen que tenemos los españoles de aquellos días de la Transición y que nos llena a todos de profundo respeto. Por suerte, llevo mi ejemplar de la Constitución conmigo. Y otra vez me sacude un pensamiento que me reconforta: gracias a la Constitución, podemos estar tranquilos. Ni siquiera se enterarán de que si pueden insultar al Congreso con su falta de respeto es por la libertad conquistada con la Constitución. 
 

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