Cuando, por fin, haya una vacuna contra la COVID-19, ¿cómo se repartirá? África ha quedado a menudo al final de la fila en el reparto de vacunas, pero el continente ahora quiere asegurarse de que, cuando la haya, llegue a sus habitantes.
"Cuando tengamos una vacuna efectiva contra la COVID-19, tiene que ser desplegada a una velocidad y escala sin precedentes y la equidad tiene que ser el centro de nuestros esfuerzos. Muy frecuentemente, los países africanos han acabado al final de la cola de nuevas tecnologías, incluidas las vacunas", lamentaba el pasado jueves la directora regional para África de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Matshidiso Moeti, en una rueda de prensa.
El continente busca tener acceso a la ansiada panacea pese a ser, de momento, la región menos castigada por la pandemia, con más de 13.200 muertes y 600.000 casos por coronavirus, si bien los contagios se han acelerado en las últimas semanas tras suavizarse las restricciones contra su propagación en numerosos países.
Actualmente, hay unas 190 vacunas en desarrollo y 16 de ellas en ensayo clínico, en una carrera contrarreloj para tenerla cuanto antes. Pero no es tanto el cuándo estará ese medicamento, sino el cómo llegará.
"Estamos muy concentrados para que el fenómeno que llamamos 'nacionalismo de las vacunas' no ocurra", explica a Efe la catedrática sudafricana Helen Rees, principal consejera para vacunas de la OMS en África.
Ese "nacionalismo de vacunas" implicaría que los países que producen las vacunas las acapararían todas para su propia población.
La preocupación no sorprende a la luz de los agresivos comportamientos de mercado desatados desde el inicio de la crisis sanitaria.
La "guerra" entre países por la compra de mascarillas o la rápida maniobra de Estados Unidos para adquirir casi todas las existencias disponibles en meses del antiviral remdesivir -uno de los tratamientos más eficaces para casos graves de COVID-19- son buenos ejemplos.
UNA PLATAFORMA GLOBAL PARA GESTIONAR LA DEMANDA
Para intentar que esto no pase con la vacuna, la OMS y la Alianza para la Vacunación (GAVI) han lanzado la COVAX Facility, un mecanismo para tratar de dar acceso equitativo y adaptado a las necesidades.
Normalmente, para acceder a una vacuna, los países negocian directamente con las farmacéuticas o los laboratorios que las fabrican. Si solo hay una, el precio se dispara.
El mecanismo consiste en que, en lugar de dar pie a una guerra de mercado, la mayor parte posible de la demanda internacional se gestione a través de COVAX Facility. Pero para eso tienen que unirse a la iniciativa muchas naciones, ricas y pobres.
"Supone (también) una ventaja económica para la compañía que produzca la vacuna", agrega Rees.
Garantizar un acceso para todos los países permitiría, además, proteger en primer lugar a los sectores de población más vulnerables, como los trabajadores sanitarios o las personas con comorbilidad (coexistencia de dos o más enfermedades en un individuo), independientemente de dónde vivan.
"Lo que significa es que asumimos que una vida en Malaui y una en Montana (EEUU) son de igual valor y merecen ser ambas protegidas", indica a Efe el director de programas de GAVI, Thabani Maphosa.
"Pero también hay otra cuestión en torno al peligro de la COVID-19. La equidad no es dar una a Malaui y dar una a EEUU, hay que ver el riesgo y la vulnerabilidad de personas que se ponen malas y estimar que todas puedan acceder", puntualiza.
ÁFRICA, EN EL MAPA DE LOS ENSAYOS
A la espera de la vacuna, África está jugándose sus bazas también a otra carta: participar en los ensayos médicos internacionales.
Un 25 % de las vacunas que se usan en todo el mundo se aplican en África, pero menos del 1 % se fabrican en este continente.
Cuando el escudo contra la COVID-19 aparezca, el mundo necesitará automáticamente miles de millones de dosis en un escenario sin precedentes en el que África, con toda probabilidad, será dependiente del exterior.
Solo seis países africanos tienen actualmente capacidad de fabricación de vacunas en general y, de entre todos los proyectos de desarrollo de inmunizaciones contra el coronavirus, solo uno, del que aún no se conocen demasiados detalles, se ha registrado "made in Africa" (en una universidad de Nigeria).
Por ello, el continente ha decidido intentar meter la cabeza en los ensayos internacionales.
"Al participar, tendremos un argumento moral más fuerte para decir 'no podemos ser parte de la ciencia que descubre las terapias, vacunas o diagnósticos y luego no tener acceso a esos mismos productos'", señala Rees.
La iniciativa la tomó Sudáfrica (el país más golpeado por la pandemia de todo el continente) a finales de junio, uniéndose al ensayo clínico con la vacuna de la británica Universidad de Oxford, que es una de las más prometedoras y adelantadas.
En la nación austral, un equipo liderado por la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo) la estudiará en 2.000 voluntarios -50 de ellos portadores del VIH- que se unen a los 10.000 de los ensayos en Reino Unido y a otros 3.000 en Brasil.
"Es imprescindible que sepamos cómo funcionan las vacunas en contextos africanos", resaltó en una reciente rueda de prensa virtual el director del estudio en Sudáfrica, Shabir Madhi.
El resto de expertos coinciden. En palabras de Maphosa, "el riesgo es que empleemos una vacuna que ha sido desarrollada y probada en Europa, y nos encontremos que la cepa de virus en África es diferente y acabemos perdiendo mucho dinero y recursos (...)".
"No podemos dar por hecho -insiste- que una vacuna siempre va a funcionar igual en diferentes contextos".
Para poner a África en el mapa de los ensayos, la Unión Africana (UA) lanzó la pasada semana un consorcio para los ensayos clínicos de la vacuna contra la COVID-19 (Concvact), que espera que más de una decena de ensayos se puedan realizar pronto en África.
"El éxito en el desarrollo y el acceso a una vacuna segura requiere un enfoque innovador y colaborativo, con una fabricación local significativa en África. Necesitamos apoyar la contribución de científicos y profesionales de la salud africanos. Necesitamos actuar con urgencia", dijo el jefe de Estado de Sudáfrica y presidente de turno de la UA, Cyril Ramaphosa, al lanzar este consorcio.
SER PARTE DE LA SOLUCIÓN VERSUS SER "COBAYAS" DE OCCIDENTE
La otra cara de la moneda de los ensayos es combatir la percepción de que se está permitiendo usar a los africanos como "cobayas" de Occidente.
No en vano, al comienzo de la pandemia, ya dieron la vuelta al mundo declaraciones en televisión de un médico francés que sugirió sin miramientos desarrollar vacunas e ir a probarlas a África.
En Sudáfrica, de hecho, el comienzo del ensayo con la vacuna de Oxford ya desató pequeñas protestas en este sentido.
Los expertos africanos, sin embargo, recuerdan que ser parte de la solución no es lo mismo que ejercer de cobayas.
"Menos del 2,5 % de los ensayos clínicos que se hacen en el mundo se hacen en África, que constituye el 17 % de la población. Si algo hay que criticar es que no se hacen suficientes ensayos clínicos en África", sostiene Madhi.
"Queremos dar a nuestros pueblos la oportunidad de contribuir y ayudar a resolver esta pandemia. Y queremos tener el derecho moral de poder pedir las vacunas cuando estén disponibles", recalca Rees.