Como hemos apuntado con anterioridad, desde la misma Antigüedad, desde las navegaciones fenicias, esencialmente costeras, en el ámbito del mar Mediterráneo (así como, en lo que nos atañe por lo que respecta a nuestro propio marco geográfico, en el contexto occidental de la Península Ibérica, en el lejano -respecto a la tierra madre fenicia en la costa siropalestina- Suroeste), incluso más allá de las Columnas de Hércules adentrándose en el Atlántico como es el caso del litoral del Golfo de Cádiz, en cuyo seno nos encontramos, la existencia de hitos monumentales antrópicos (esto es, creados por la mano del hombre) en el litoral guarda relación con la antedicha navegación de cabotaje, cabe señalar que desde los más remotos tiempos de dicha actividad humana.
Ya el mundo fenicio y, tras éste, el mundo fenicio-púnico y aún, tras este último, el mundo romano, habrían de diseñar, de edificar y de mantener una auténtica red de edificaciones costeras en el ámbito del Mediterráneo (en el caso de la Romanidad dicha red se extendería por el Atlántico europeo y aun por el Mar del Norte), esencialmente de torres, en buena medida vinculadas con figuras divinas (con divinidades) en la Antigüedad, de modo que puede hablarse de la existencia de santuarios costeros relacionados con divinidades protectoras de la navegación, los cuales jalonaban el contexto litoral de la actual Andalucía durante los siglos del Mundo Antiguo
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La función como hitos de referencia para la navegación de cabotaje de los hitos monumentales costeros antrópicos habría de pervivir incluso más allá del uso defensivo de buena parte de estos elementos a los que hacemos referencia en estos párrafos y los precedentes.
De esta manera, una vez perdida acaso esa naturaleza poliorcética original (en su caso) el hito monumental en cuestión habría de continuar manteniendo una funcionalidad náutica, sirviendo en este sentido como un útil punto de referencia -tal y como venimos repitiendo- para dicha navegación de cabotaje.
Ello puede observarse en casos como el de las torres y defensas costeras de nuestro entorno gaditano y andaluz (amén de otros contextos geográficos dentro y fuera de la Península Ibérica, pues la cuestión no es privativa de nuestra geografía ni mucho menos), siendo estos hitos recogidos en diferentes cartas náuticas, portulanos, mapas costeros y derroteros náuticos en los cuales aparecen precisamente señalados los mismos, y ello esencialmente en su función de hitos referenciales de cara a la navegación.
Pondremos en este sentido únicamente un ejemplo: el “Derrotero de las costas de Portugal y SW de España desde el río Miño al Cabo Trafalgar con inclusión de Barbate”. Número II. Tomo II, publicado por el Instituto Hidrográfico de la Marina y por el Servicio de Publicaciones de la Armada en el año 1990; en la página 279 del cual trabajo aparece recogido, por citar un caso, el hito de la Torre de la Loma del Puerco, una torre localizada en unas alturas sobre la playa de la Barrosa, en término municipal de la localidad de Conil de la Frontera, territorio guzmano como Sanlúcar de Barrameda, en la actual provincia de Cádiz.
En dicha publicación la referida torre aparece mencionada como hito costero en su relación con el hecho de la navegación, quedando en segundo plano otras cuestiones propias de la naturaleza e historia particular de este monumento litoral gaditano.
Amén de las funciones religiosas (en la Antigüedad), defensivas (en su caso) y náuticas (enteramente compatibles con todo lo anterior) de estos hitos monumentales es oportuno no perder de vista que los mismos forman parte de la historia del intenso diálogo del hombre con el mar así como del diálogo del hombre en tierra con el hombre en el mar, siendo así mismo y por tanto un reflejo del eterno diálogo entre la tierra y la mar.
A dicha categoría de hitos de ese diálogo singular, pero de manera especial, particular en cada caso y diferente en cada ocasión, pertenecen todos estos hitos monumentales, porque todos son elementos singulares, referenciales y destacados de este antedicho diálogo entre la tierra y el mar, unos desde la perspectiva prioritaria de la defensa y la poliorcética, otros poniendo más el acento en la perspectiva de la monumentalidad y el simbolismo de la Historia y el Poder y todos, siempre, desde la perspectiva de la proyección y la presencia de unos horizontes culturales (los que se han sucedido en el tiempo en este litoral del Golfo de Cádiz), que se proyectan sobre el mar con una determinada imagen y forma de ser y estar en el tiempo y el espacio, desde el prisma de la imagen que estas comunidades y horizontes culturales ha querido históricamente presentar antes quienes se acercan a esta tierra por el mar y desde el mar de manera inmediata a esos monumentos de los que venimos hablando en estas líneas.
De ese modo estos hitos monumentales (tanto en lo general como en lo particular) vienen a ser auténticos referentes, cada uno de ellos en su categoría y en su estilo, de acuerdo con su propia naturaleza y condición ontológica, de este discurso atávico, histórico y simbólico, de este discurso fundamental en nuestro entorno y en nuestro paisaje como es el de la interacción, intensa y extensa, entre el hombre y el mar.
Así pues, cada uno de estos monumentos, en realidad, refleja de múltiples y muy diferentes formas la actitud que quienes los construyeron mantenían ante el mar, en relación con ese mar hacia el que estos hitos patrimoniales se proyectan y que les da razón de ser.
Porque es el mar el que da razón de ser, y cada uno de esos monumentos no solamente refleja la actitud original y distinta en cada caso de sus constructores hacia el mar y hacia lo que viene del mar -que es decir hacia otros hombres- sino que forma parte del discurso histórico simbólico y cultural de la comunidad que los ha generado con sus propias particularidades, con sus raíces, con su carga simbólica y con su propia identidad.
Y en las próximas líneas nos acercaremos hasta algunos de estos hitos singulares, los que más directamente están relacionados con nuestro litoral más inmediato.