El ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, viaja mañana a la ciudad marroquí de Meknés para participar en un foro agrícola en medio de una suerte de "impasse" entre la UE y Marruecos por los acuerdos agrícolas y pesqueros.
En lo que previsiblemente será su última actividad como ministro del ramo antes de entregarse a fondo a la campaña por las elecciones europeas, Cañete va a encontrarse con una situación que dista de ser meramente protocolaria, a la vista de los acontecimientos en las últimas semanas.
Por un lado, el rey Mohamed VI de Marruecos lleva dos meses postergando su firma y sello al acuerdo pesquero de su país con la Unión Europea que ya han aprobado las dos cámaras parlamentarias marroquíes, y ello a pesar de que el acuerdo haya llegado a publicarse en el Boletín oficial marroquí, pero sin su firma, por lo que no puede entrar en vigor.
126 barcos europeos, en su gran mayoría españoles, están así a la espera de poder salir a faenar, y su periodo de paro forzoso dura ya más de dos años, desde diciembre de 2011.
Por otro lado, Marruecos ha expresado su "gran preocupación" por la reciente modificación por la Comisión Europea de los precios de acceso de productos de terceros países, una reforma que no entrará en vigor hasta octubre y que según Rabat tendría graves repercusiones para su agricultura, especialmente para la exportación de tomate.
Nadie en Rabat ha vinculado específicamente ambas cuestiones, pero la interacción entre la pesca y la agricultura en las relaciones euromarroquíes es una constante desde hace muchos años, como lo era anteriormente en las relaciones hispanomarroquíes.
No es casual que, en un gobierno marroquí de 39 carteras, con competencias enormemente fragmentadas, la Agricultura y la Pesca estén en manos de un solo ministro, Aziz Ajanuch, que además es apolítico y está en su puesto por expresa voluntad del rey y no de ningún partido.
Fuentes vinculadas a las negociaciones pesqueras comentaron a Efe que el enfado marroquí por la siempre sensible cuestión agrícola es la única explicación plausible al retraso en la firma del acuerdo pesquero, ya que ningún asunto específicamente pesquero se interponía en esta ocasión para la entrada en vigor del acuerdo.
La nueva política agrícola que tanto ha molestado a Marruecos (y que aún debe ser aprobada por el Parlamento Europeo) consiste en establecer mayores medidas de control para los productos que entran en el mercado europeo con un "precio referencial" y que, en el caso marroquí, incluyen seis productos, entre ellos el tomate.
El ministro Ajanuch, en declaraciones al diario local "L'Economiste", ha declarado que la nueva política agraria "contiene elementos que cambian los términos de un acuerdo debidamente negociado".
El embajador marroquí ante la UE, Menuar Alem, se ha quejado en estos términos: "No hemos sido informados en absoluto por la parte europea de sus intenciones de modificar el sistema de precio de entrada".
Para aclarar hasta qué punto las quejas marroquíes tienen sustento y que Rabat pueda explicar cuáles son los cálculos que les llevan a imaginar el escenario "catastrófico" para su agricultura, el Director General de Agricultura de la Comisión, Jerzy Plewa, viaja también mañana a Marruecos, pero en su caso a Rabat.
La Comisión Europea aclaró la semana pasada en un comunicado que el nuevo sistema de precios referenciales se aplicará a todos los terceros países que exportan productos agrícolas a la UE, y no solo a Marruecos, aunque también dijo estar dispuesta a "continuar la discusión para comprender mejor el análisis que las autoridades marroquíes hacen sobre ese impacto".
Aquel comunicado aludía a las disfunciones del modelo actual al subrayar que "ha sido objeto de críticas recurrentes, generando una preocupación de que el sistema de precios de entrada no se aplica correctamente".
Los agricultores del sur y el sureste de España han acusado con frecuencia a Marruecos de "inundar" los mercados europeos con tomates a bajo precio haciendo un hábil uso de las fechas de exportación y las cuotas que impone el sistema europeo, algo que Marruecos siempre ha negado