Unas imágenes furtivas de TV nos han mostrado a iraníes tan desenvueltos y modernos que parecen occidentales. ¿Preconizan, así, la implantación de la bendita democracia? ¿Dónde estará mi voto?, exclaman o escriben, en inglés occidental, como si llevaran siglos libres de sus clérigos negros, tras una proporción de votos a favor del incumbente que iguala la de los europeos que se han abstenido de opinar en nuestros recientes comicios continentales.
Al día siguiente de la confirmación o pucherazo que reasentaba a Ahmadineyad, varios oyentes telefonearon a una emisora judía: se alegraban de la victoria de esa especie de profesor no numerario porque, al reconocer todo el mundo que estaba loco, las cosas quedaban claras. Obviamente pasaban por alto que mucha gente tiene igualmente por locos y malos a los responsables de la política israelí, que han encontrado en Ahmadineyad su demonio justificador. El mismo día, el primer ministro Netanyahu admitió tibiamente la eventualidad de un estado palestino pero, aprovechándose de la victoria del odiado Ahmadineyad, echó un capote a su ejército de colonos, cuyas rapiñas de tierras había condenado el presidente americano. Un alivio para los clérigos de Israel, que también son negros.
En Israel hay mucha gente decente que se opone a sus ejércitos del Señor, a sus colonos y a su Netanyahu. ¿Cómo de modernos son esos opositores de Teherán con los que, al fin, compartimos el mundo contemporáneo? ¿Son tan liberales como Rajoy y Zapatero o desean simplemente viajar, quitarse el velo y poder mandar mensajes por el móvil? De momento, sus clérigos, que se ven desahuciados, aplican lo que tienen: recuas de matones, textos sacros, torturas y chapuzas informáticas.
Esperando a ver qué hacen los chinos, las sociedades se mantienen cohesionadas por sus principios religiosos o por su sabiduría –y rutina– democrática. Los regímenes son talibanes o civilizadamente laicos. Eso en Irán los clérigos no lo quieren y la mayoría de la gente aún no lo sabe. Eso los clérigos no lo quieren en ninguna parte.