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Notas de un lector

La luna llena de Billy Collins

Estamos ante un poemario vivencial ungido por el esencialismo de saber combinar tan sabiamente la tradición con lo popular

Publicado: 06/10/2020 ·
14:18
· Actualizado: 06/10/2020 · 14:18
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Conocí la lírica de Billy Collins en el año 2007, tras la publicación en España de “Lo malo de la poesía y otros poemas”. Por entonces, la nota de prensa que venía inserta en el volumen, rezaba: “¿Pero existe algún poeta que venda 40.00 ejemplares de sus obras? La respuesta es sí, ¿quién? Billy Collins”.

Acostumbrados como estamos a que la poesía sea la cenicienta en cuanto a difusión y ventas sorprendía -y sorprende- hallar a un poeta que superase con tanta solvencia las consabidas dificultades comerciales. Nacido en Nueva York en  1941, Billy Collins ha sido galardonado con muy diversos premios, como el “Frederick Book Prize”, “BessHokin” “LevisonPrize”…, además de haber sido nombrado Poeta Laureado de Estados Unidos durante el  periodo 2001-2003. Sus decenas de miles de libros vendidos lo sitúan más allá de un simple hacedor de best-seller, pues la vigencia y aceptación que viene demostrando durante tres décadas, lo han convertido en un verdadero long-seller  de las letras.

Si algún poeta anduviera deseoso de colocarse en esas dudosas listas de más vendidos, debería seguir al pie de la letra las recomendaciones que Billy Collins ofrece en su “Libro de instrucciones de poesía”, en el que anota algunas reglas imprescindibles. La primera, “más de dos personas en un poema/ es una multitud./ Mencionar qué ropa llevas puesta/ mientras escribes, es otra./ Evita la palabra vórtex,/ la palabra aterciopelada, la palabra cigarra./ A falta de un final,/ coloca unas gallinas marrones en plena lluvia./ Nunca admitas que revisas./ Y mantén el poema en una estación”.


     La reciente aparición de “La lluvia en Portugal” (Valparaíso. Granada 2020), en versión bilingüe y con las precisas traducciones de Juan José Vélez Otero, acercan nuevamente el decir del autor norteamericano. Santos Domínguez anota en su prólogo que “la conciencia del tiempo y una mirada suavemente elegiaca recorren muchos de los poemas de este libro”. Y añade: “Humildad, precisión y fuerza expresiva son los tres ejes que definen la tonalidad y el timbre emocional de Collins”.

A estas características, se suman, a su vez, el aire confidencial que anida en sus textos y la devoción por dar cuenta de un testimonio  directo de cuanto acontece en torno a su vivir: “No parece deseable, ni siquiera posible/ levantarse cada mañana sólo para empezar/ a saltar de un segundo a otro/ hasta caer de nuevo exhausto en la cama./ Además, no existiría el pasado/ con tantos episodios de gozo y de lamento,/ tampoco el futuro, el espacio en el que morirás”.

     Una veleta, las sirenas, un restaurante en Moscú, un niño perdido en la playa, Shakespeare, Ritsos y Seferis en Santorini, Basho en Irlanda…, son también para Billy Collins materia moldeable, sólido argumento para vertebrar su personal mosaico lírico. Porque detrás de su sencillez discursiva, se adivina la hondura necesaria para convertir en trascendente lo trivial: “La más fina de las tajadas puede aparecer/ cualquier noche por sorpresa./ Una chica sale de un restaurante,/ la señala y se la muestra a sus amigos./ También está la luna llena,/ plena de luz/ sobre la ciudad, un círculo blanco/ que no nos deja dormir”.

   En suma, un poemario vivencial, unánime en su intención y ungido por el esencialismo de saber combinar tan sabiamente la tradición con lo popular.

 

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