Era jornalero. José Castaño, el ‘Talino’, era jornalero en Setenil de las Bodegas y afiliado al Partido Socialista. Tenía 29 años cuando lo condenaron por “excitar” a las masas y resistirse al golpe. A Manuel Caro lo conocían como ‘Pirinchela’. Era de Manzanilla, en Huelva, trabajaba en el campo y fue vocal de UGT. Hizo todo lo posible por resistirse a lo impuesto por el los golpistas. Tenía 25 años cuando se presentó ante la Guardia Civil a finales de abril de 1939, después de haber estado oculto en la sierra y haber sido un topo.
‘El Lechero’, que era como conocían a Pedro Jiménez en La Línea, también fue jornalero y de UGT. Había huido en 1936 y sido miliciano y soldado durante la guerra civil. Llegó a ser sargento. Le detuvieron el 19 de junio de 1939 a sus 34 años. Uno menos tenía Rafael Sánchez, carpintero de El Gastor. Lo consideraron un hombre de “ideas disolventes”, que luchó como miliciano contra el golpe militar. Todos comparten algo común: la fosa.
Concretamente la fosa sur del cementerio gaditano de San José. Allí fueron a parar ellos y decenas de víctimas más del franquismo. El pasado lunes comenzaron los trabajos de exhumación en la última fase de actuación en este camposanto. “Esperamos que aparezcan entre 60 y 70 cuerpos, según tenemos calculado, con nombres y apellidos según registro”, nos cuenta Antonio Chico, miembro de la Plataforma de Memoria Histórica de Cádiz.
Fue en 1937 cuando se produjo la construcción de una nueva fosa común en el Patio 1 Sur del cementerio. Funcionó hasta 1941 cuando se advierte de su colmatación. “La primera víctima del franquismo enterrada que conocemos es Antonio Fuentes Torreño, un vecino de El Gastor, de cuyo ayuntamiento fue teniente de alcalde, que fue condenado a muerte y enterrado en el 21 de junio de 1938. La última fue Antonio Núñez Flores, un gitano de Grazalema. Entre uno y otro lo fueron, al menos, otras 64 hasta alcanzar las cifra de 66 que tenemos confirmadas hasta el momento”, explican desde la Plataforma. Según los datos aportados, el año 1940 fue el más mortífero con 30 víctimas. Le sigue 1941, el año del tifus, con 22. Si en 1938 y 1939 fue el foso de la Puerta de Tierra donde se llevaron a cabo las sentencias de muerte, a partir del año siguiente el relevo lo cogió el castillo San Sebastián, donde fueron fusiladas 20 personas. La Plataforma ha hecho pública la extensa lista de nombres con el fin de que los familiares puedan reclamar las pertinentes pruebas y, con su localización, darles una sepultura digna.
En este sentido, la Oficina Municipal de Memoria Histórica convocará a los familiares próximamente para tomarles las muestras de ADN que, en su caso, puedan ser cotejadas con los restos que localicen. “Hay familias que nos contactan después de ver el nombre de su familiar en redes o en la prensa”, explica Chico, y “a veces no hay un mayor reclamo porque desconocen que un familiar suyo ha sido asesinado”.
No hay que olvidar que fueron unas generaciones marcadas por el miedo, condenadas a callar lo que vieron y vivieron, a ocultar aquella historia de terror que fue la guerra civil y la posterior dictadura. La intervención la realiza el Ayuntamiento de la ciudad con financiación estatal a través de la Federación Española de Municipios. “Todas las administraciones deben implicarse para que de una vez por todas acabemos de tener restos de personas asesinadas en las fosas comunes y en las sepulturas”, señala Chico, recordando que la Junta aportó una cantidad el año pasado y que desde la Plataforma esperan que en los próximos presupuestos haya una partida para estos fines.
Confían en que en febrero o marzo hayan concluido los trabajos en una fosa donde la mayor parte de los cuerpos de represaliados son de vecinos de la provincia gaditana, aunque también hay restos de víctimas de Andalucía y otras zonas del país.
Contra el odio
Igualmente, la Plataforma ha informado de que en pocos días volverán a instalar la placa conmemorativa a las víctimas asesinadas por los golpistas de la plaza Asdrúbal, aquella “que los amigos del odio destrozaron los pasados meses”. Antonio Chico nos cuenta que para esta nueva placa la delegación de Mantenimiento Urbano ha elegido acero como material para asegurar su persistencia.
Cuando Josefa Medina salvó el cadáver del alcalde de la fosa
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Precisamente estos nuevos proyectos que comienzan esta semana vienen a coincidir con el triste 85º aniversario del fusilamiento o asesinato del último alcalde republicano de Cádiz, Manuel de la Pinta Leal. Sus restos tuvieron la dudosa suerte de no acabar, como otros compañeros de infortunio, en la fosa común del cementerio de San José. El doctor De la Pinta pudo ser enterrado dignamente gracias a una mujer nacida en Conil, Josefa Medina Zahara. Era su suegra, puesto que Manuel era pareja de Isabel Alba Medina. Lo que traducido resulta, cuñado del que después sería insigne comparsista del Carnaval gaditano: Paco Alba. Josefa se hizo cargo del cadáver pues la familia del alcalde vivía en Málaga. Su nieta Cati Alba recuerda como ella misma contaba como le puso un pañuelo sobre la cabeza. E incluso, delante de los militares golpistas que lo fusilaron les recriminó el hecho de esta manera: “Que sepáis es como si me hubierais matado a un hijo”. Manuel de la Pinta había nacido en Málaga en 1905, hijo de familia adinerada llegó a Cádiz para estudiar Medicina. Tras finalizar de forma brillante sus estudios abrió una consulta en la calle San Pedro, dio clases en la facultad y fue en dos ocasiones alcalde de Cádiz por Izquierda Republicana. El 18 de julio de 1936 se encontraba haciendo unas oposiciones en Madrid. Decidió que su lugar estaba en Cádiz, como alcalde que era. El tren que lo traía quedó retenido en Córdoba. Allí estuvo un par de meses hasta que fue detenido, trasladado a la ciudad y finalmente fusilado en los fosos de Puerta de Tierra. Era 30 de septiembre.
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