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Una feminista en la cocina

El mundo en llamas

Llámenme "madre controladora” porque me da miedo que mis menores salgan de noche

Publicado: 10/05/2022 ·
09:17
· Actualizado: 10/05/2022 · 09:36
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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El violador del Caballo Blanco siendo trasladado el juzgado

Tendrán que darme la razón si leen prensa, que el mundo está en llamas. No se ven más que asesinatos, abusos sexuales y robos. Luego, llámenme” madre controladora” porque me da miedo que mis menores salgan de noche. Pero no se me ofusquen que de día es igual, porque las 16 puñaladas que le ha pegado el menor de Churriana a su padre fueron a las seis de la tarde, sin que hasta el momento nadie sepa nada de nada. El presunto que quedaba con hombres en sus domicilios para hacer el amor, solo les metía estupefacientes en el cuerpo para luego saquearles las cuentas corrientes. Porque el dinero priva muchísimo, más que nada, excepto quizás el sexo del que presumimos, vivimos, nos asfixiamos y hablamos hasta quedarnos tiesos. No será la primera vez que alguien mate por codicia, valiéndose de una argucia sexual. En este caso lo que pone mucho a la gente es la homosexualidad de las víctimas.

Ya ven, con lo que ha llovido. Violadores y abusadores de hijas ajenas - e incluso propia- también están a la orden de los Juzgados, que ya me dirán con qué cuerpo vuelven los funcionarios a casa después de tragar tanta miseria. Pero nuestro sistema está perfecto así con sus presunciones, legitimidades y procesos, porque lo otro es rebujito de Mariguana saliendo por las cuerdas vocales de algún desgraciado metido a político de tres al cuarto. No se me quejen. No me quejo, solo observo. Busco una razón para quedarme en este mundo en que los insectos, el pasto, las especies (menos la nuestra) vagan alegremente por doquier, haciendo vida sabática mientras nosotros nos afanamos en ser mejores, en comprar más, en adelgazar, en hacernos retoques estéticos o aumentos de estulticia. Tik tok es asesino de neuronas con gente repetitiva haciendo las mismas tonterías. Face se está volviendo igual con videos de coreanos que adoban casas de paja en mitad de la jungla, inventos del TBO para lerdos compradores de ilusiones. A Twiter no entro porque los que eran amigos lo siguen siendo, así que disculparán mi falta de interés por los mamoneos. No estoy deprimida, más bien descorazonada como las manzanas de la tarta, expuestas en entrañas para mayor goce de la pastelera. Soy revuelto de muchos pensamientos, unos atrás y otros adelante. Metamorfosis de tiempo. Accidente del destino. Porque todos los somos, hasta ustedes que entretienen su tiempo en leer en vez de mirar el móvil, tan recurrente para poner la música a todo volumen y taladrar el nacimiento de una neurona genial que lo mismo emprendía la cura del cáncer. Nos hemos asilvestrado en la comodidad ficticia que nos venden en las redes para empeñar el alma en conseguirla.

Solo seremos felices cuando nos muramos entre lilas blancas y sarcófagos de cartón piedra. Solo lo seremos cuando ordenemos nuestro cerebro en función de apegos, entusiasmos y luchas diarias con hijos ya crecidos y jubilaciones acordadas. Todos seremos felices en otro episodio de Netflix, o en otra tarde de Sálvame sin presentadores dando el callo a la callada. Quizás en las portadas de las revistas que iluminaron nuestro catetismo con las fiestas de la jet en Marbella, que ahora son pendones de Campanarios, Estebanes y Jesulinas. Nunca habíamos ido tan a la deriva sin perder el rumbo, nunca tan alejados de la realidad para apestarnos el alma. No me extraña que esté el mundo en llamas y ni siquiera nos demos cuenta. No son los asesinos, ni los violadores, ni los que abusan de niñas en la santidad de su propia casa. Esos ya eran portada de” el Caso” cuando mi madre aun compraba novelas de Corín Tellado. Somos nosotros que hemos olvidado todo, alzheímicos de alma, negadores de sueños, luchadores de la nada cotidiana con los pies en un bloque de cemento que nos lastra. Nos hemos convertido en cartones de desechos residuales, solo que no nos ha llegado la fecha de caducidad y aun andamos dando la lata.

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