Como saben ustedes, me apasiona comentar y opinar sobre la actualidad. Tanto desde esta columna como en vídeos y posts en redes sociales, comentar lo que pasa en el mundo y en las fechas más recientes es uno de mis temas favoritos en todo el contenido que pueden encontrar relacionado conmigo. Aparte de mis libros, claro. Es curioso cómo últimamente me encuentro un comentario muy repetido: “no hay que dar pábulo a estos personajes o sucesos”.
Recientemente, comenté la
rajada de Álvaro Ojeda contra los trabajadores de la hostelería. Según el jerezano, los trabajadores que cogen una baja laboral o que preguntan las condiciones laborales antes de firmar su contrato, son “piojosos, garrapatas, paguitas y gente que está metiendo lo que ustedes ya saben (por no decir
mierda) en la hostelería”. Comenté aquél vídeo de Ojeda, a quien califiqué como
orangután (y me reafirmo), no tardando en llegar el comentario de marras: “a estos personajes no hay que darles publicidad” o “al final vais a hacer famoso a este elemento”.
Aparte de que famoso ya era, aunque últimamente andaba algo olvidado, lo cierto es que ese
no dar pábulo que se nos reclama suele esconder otra exhortación. Se podría traducir como
mejor cállate y no agites el debate para que parezca que tenemos razón. Evidentemente, esos comentarios vienen de personas que profesan otras ideas y líneas de pensamiento. En el mundo de las redes, no contestar o comentar equivale a dar la razón y el debate suele incomodar a los que pretenden que un trabajador firme un contrato sin saber lo que contiene o sin asegurarse de qué condiciones se le obliga a cumplir. O los que piensan, como me comentó alguien que no sé si es empresario o lamebotas de estos, que “el que paga manda y punto”.
Con el bulo contra Raúl Solís, no faltaron los seguidores de Alvise soltando
versos de Neruda (entiéndase la ironía). Cuando se es fanático de un personaje de este tipo, lo normal es que las entendederas no lleguen para entender que no se trata de discrepancia ideológica, sino de un aliento al odio contra una persona por el mero hecho de ser quien es. No faltó tampoco la frase que titula hoy esta columna: “no hay que dar pábulo a estos personajes”. Sin embargo, lo que nos piden con ello es que callemos, que no defendamos al agredido y, de nuevo en el lenguaje de las redes, demos la razón a quienes han extendido una mentira que podría haber resultado en agresiones, amenazas (de estas sí que hubo) y quién sabe qué barbaridad contra un periodista de izquierdas y homosexual por el hecho de serlo.
Cuando VOX irrumpió en el panorama político, saliendo de la lógica irrelevancia que ha de tener un partido fascista en democracia, lo hizo aprovechando los algoritmos de las redes sociales. Básicamente, buscaron pelea en redes haciendo que los comentarios en respuesta y las interacciones varias hicieran que los dichosos algoritmos dieran más visibilidad a las barbaridades machistas, racistas, homófobas y neofascistas que fueron publicando. La premisa que venía de la progresía mediática era “no hay que responder para no darles visibilidad”. Como digo, eso sólo ha allanado el camino para que en su día despuntaran.
No dar pábulo es un método que no funciona y que conlleva la exposición sin argumentos en contra de auténticas sandeces como las de Ojeda, Alvise y personajes de este corte. Y me viene una pregunta: si no hay que dar pábulo a estos elementos, ¿cómo se les combate? ¿Qué hacemos?