La Manada o la piara

Publicado: 08/09/2024
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Anular la posibilidad de negarse de la mujer no convierte una violación en sexo consentido
Cuando las feministas hablan, da igual el tema que traten, siempre habrá voces críticas con que “ya están dando la matraca”, pidiendo que se callen o se vayan a Afganistán. No falla: todo lo que suene a igualdad es tomado por unos cuantos que gritan mucho como una amenaza. “Al final nos acabarán sometiendo”, dicen, sin saber que dan en el clavo: el machismo es, ante todo, una cuestión de poder. Pero, además, lejos de contratacar contra la amenaza con argumentos e ideas, los machistas sólo tienen dos vías: la violencia o tratar de silenciar al oponente. Las últimas semanas están siendo un asqueroso ejemplo de ello.

Al margen de hechos graves, aunque en menor medida que los más recientes, como el hackeo de conocidas periodistas y activistas de izquierdas y a la sazón feministas, llevamos una semana que revuelve las tripas a cualquiera con un mínimo de empatía. Desde un alcalde, supongo que pasado de vueltas y bebidas espirituosas, cantando una apología de la violación y la pederastia hasta la bestia inmunda que drogaba a su mujer y la ofrecía para ser abusada, pasando por un futbolista acusado de agresión sexual y la manada (o piara) que defiende a todos estos.

“Me encontré a una niña solita, la cogí de la manita, le subí la faldita...” y entiendan que no siga citando la cancioncita porque me están dando arcaditas... Ya no es tanto la repugnancia por que a alguien se le ocurra cantar la copla de marras con la que está cayendo, sino por el hecho de que la gente lo jaleara. No deja de ser cierto que caemos en lo de siempre: que entendemos la violencia como la meramente física, obviando la que puede estar soterrada en una canción infame, en un beso forzado y hasta en un piropo a una desconocida. Aunque también es cierto que tenemos interiorizadas y normalizadas conductas más graves, lo cierto es que hay a quien no interesa aprender que estas minucias también son violencia: precisamente para poder minimizar esos actos y convencerse de que no es para tanto.

El Monstruo de Mazan está siendo juzgado por drogar a su esposa con ansiolíticos y ofrecerla a otros hombres para que abusaran de ella. El caso es curioso porque, ante la incapacidad de la víctima para recordar nada, fue la policía quien la alertó: ya estaban investigando al marido por ir grabando por debajo de las faldas con el móvil y encontraron el material de las sucesivas violaciones en su ordenador. De aquí, mucho se ha hablado del desgarrador dato que arroja que sólo tres de cada diez hombres a quien fue ofrecida esta brutal práctica se negó; más grima aún da el hecho de que quienes se negaron tampoco denunciaron. Y poco se habla de que aquí es donde cobra sentido la frase “Sólo sí es sí”. Anular la posibilidad de negarse de la mujer no convierte una violación en sexo consentido.

Esto último, presuntamente, no quedó claro a Rafa Mir según la versión de las dos mujeres que lo han denunciado por agresión sexual a él y a su amigo. Independientemente de lo que el tribunal considere oportuno, da mucho asco leer comentarios en las redes donde alguno ya dicta sentencia contra las víctimas, dando la denuncia por falsa pese a estar investigándose lo ocurrido. Más repelús da que, además, lo hagan apoyándose en el caso de Daniel Alves, cuando el futbolista está condenado aunque esta justicia hecha para ricos y machistas lo haya dejado salir de la cárcel de forma provisional. Es decir, se basan en el caso de un violador para defender a un acusado de lo mismo. Más que nada porque querrían hacer lo mismo con la misma impunidad.

Contra esta manada (o piara) machista y violadora, creo que falta que las feministas se queden en España, no callen y sigan “dando la matraca”. Es obvio que los otros aún no se enteran.

 

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