Sin la mujer la vida sería prosa, pero nunca poesía. Sin imaginación la narrativa no saldría de su pobreza. Sin ilusión caerían en el olvido los festejos. Sin fe perderían su encanto los misterios. El secreto precisa del silencio. La algarabía es la cara efusiva de los ideales políticos. La mediocridad precisa de pancartas y consignas. Los “Partidos políticos” haciendo gala de su nombre rompen más que aúnan. El ocio es el apetito de la masa. La diversión, la risa de los maltratados laboralmente. Los problemas y el espíritu de superación. Las soluciones conseguidas sin participar el esfuerzo, el espíritu de la pereza. Sonreír es de sabios. Criticar con conocimiento es poner los cimientos de una fábrica de enemigos. Al engaño, el tiempo o la inacción de los individuos, lo hacen verdadero. La verdad, con el avance de la relatividad en todos los hechos, está en caída caquéctica. Los cuentos y arengas, son ahora consejos ineludibles. Los consejos de verdaderos valores a adquirir, son batallitas de ancianos. Lo retrógrado es la valía personal, lo progresista, la hipocresía.
La “moda” vive gracias a sus continuos cambios y la “masa” le da el aire de modernidad y progresismo que engañosamente acepta, porque su ideal sería conseguir la perenne existencia de la belleza. Al modisto le encantaría conseguir la belleza que la piel posee, pero le es imposible alcanzar ese diseño único. La indumentaria, siempre será algo superficial, frente a la venustez y encanto de la desnudez. El ponerle amplios orificios al vestido por donde la piel se hace visible, es como darle una silla de ruedas a un alpinista. Rotular una calle debía de estar exenta de nombres de políticos. Así no habría que sustituir a los considerados demonios por ángeles inmaculados, porque ni a estos últimos le van a crecer alas, ni necesitamos llamas, sino superarles, a los primeros. La memoria histórica puede adulterarse en los folios y sus códigos, pero no en el área cerebral. La irresponsabilidad y el resentimiento gozan de “buena amistad”. La venganza y el odio llevan tiempo hermanados, pero de forma terrenal, de arcilla o barro, no de modo biológico. La autoridad es un filo de las antiguas navajas barberas por el que hay que caminar sin llegar a herirse, por lo que precisa seres humanos enormemente capacitados para mantener el equilibrio entre lo que se dicta, que será nueva ley y los que van a ejecutarla, gobierno y tribunales de justicia. No es cuestión de multitud, porque cuando estas imponen su “autoridad” suelen ser más crueles que los tiranos. Y el que va a nacer en estas fiestas, Jesús, es claro ejemplo de ello.
Tener una Constitución con numerosos artículos y pomposa efeméride no es signo de estabilidad, si no llega a cumplirse, porque si nos “encogemos de hombros”, si formamos mayoría silenciosa o miedosa, desgraciadamente la Carta Magna tiene una derivación natural hacia la dictadura o tiranía.
La amnistía no limpia, por más que los “papeles” lo indiquen, la conciencia del que ha delinquido, sabedor de que el nombrar esta dádiva gubernativa, hará recordar cual fue el delito que se perdonó y se blanqueó. Es imposible anular la sombra del transgresor, por más que quieran iluminarlos con soles de artificio político. Las piscinas cubiertas, los pabellones deportivos, los aeropuertos y los tranvías han quedado atrás desacelerando su producción, pero la gestión, la soberbia, el no ser menos que el regidor vecino y la falta de previsión, tiene consecuencias, algunas graves, sobre las arcas del Estado que todos mantenemos. Los “husitas” o Iglesia Husita fue un movimiento revolucionario del siglo XV, dirigido por el Teólogo Jan HUS. Las continuas denuncias de las corrupciones que observaban llevó tras el Concilio de Constanza, al líder, a la hoguera. Hay que tener mucho cuidado y prudencia cuando se quiere llevar luz a la cerrada noche mediocre porque más de un farol han sostenido a cuerpos colgados del cuello.
Ahora somos “brillantemente” pacíficos. La guerra actual en este mes la forman ejércitos de “bombillas” de diferentes tamaños y luminosidad y todos luchan - lideres o mandos - por tener el mayor número de ellas para poder vencer al edil vecino. La bandera que se iza es un árbol artificial, sin savia que lo humanice y que además, si bien brilla pomposamente durante el oscuro cielo nocturno, sin embargo, de día se parece más a una jaula de pájaros de parques, qué a un icono, cónico, de una efeméride que intenta ser un estandarte que indica felicidad y prosperidad.
Suenan villancicos. La algarabía está ahora en el “cante por fiestas”, “la Zambomba”. El hijo de Dios y su Madre, ensalzados y alabados poéticamente. El laicismo se mete debajo de la cama, como amante sorprendido. El atrio de las instituciones recuerda el parto milagroso y sublime. El pueblo español tiene siete Premios Nobel, entre ciencia y literatura y debía de tener uno más por saber cómo nadie dominar y disimular con amplios paréntesis, lo que en sus entrañas existe.
En España somos diferentes. Las estrofas son cortas, pero las alarga el cantarla con hondo sentimiento. Pero el cantaor es artista, interpreta con encanto y duende. La realidad está en el contrato y la taquilla. Lo demás son "florituras" que ocasionalmente nos gusta ver y escuchar. En este país nuestro, donde la mujer “se sueña” antes de amarla, se idolatra a un Dios, antes de conocer su mensaje evangélico y las cabezas humanas como decía Machado, más embisten que piensan, sin embargo, la vida tiene - en esta ya no llamada patria - connotaciones sublimes a las que no llegan otros pueblos. Y las Navidades es una de ellas.