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El Loco de la salina

El alcalde y la peste

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ME van a volver más loco de lo que ya estoy y a eso no hay derecho. Ahora resulta que de nuevo hay bronca, como de costumbre, porque se buscan culpables del olor tan espantoso que recorre la calle Real sobre todo cuando sopla el levante.
Unos dicen que la culpable es la Junta de Andalucía y que en Sevilla no se quieren enterar, ye, ye, y que por tanto no hacen nada para eliminarla; otros aseguran que es la nefasta empresa que hizo la interminable obra, porque no tapó bien todo lo que tenía que tapar que no era poco; otros afirman que es el alcalde, porque la Diputación queda muy lejos y hasta allí parece que no llega el olor que padecemos; otros ponen la mano en el fuego diciendo que es el que pasaba con la moto…En fin, que todos se echan las culpas unos a otros y se ponen como auténticos trapos, aunque después se tomen juntos el cafelito de la concordia. Mientras, el ciudadano de a pie, que es el que vota, si vota, es quien saca de paseo sus narices y se va tragando diariamente el marrón que corresponda. Esta dinámica es la que manda en todos los órdenes de esto que se ha convenido en llamar democracia, pero que se ha convertido en mojoncracia. El “tú más que yo” está a la orden del día, pues piensan los políticos que manejando exclusivamente ese argumento conseguirán un mayor acopio de votos entre los que llevan su disgusto de un sitio a otro hasta acabar en las urnas. Nos parecerá mentira el día en que la oposición le diga al poder: “Lo que tú has hecho está muy bien hecho y yo lo apoyo” En el caso que nos ocupa, la frase sería: “Tú no provocas la peste que hay en la calle Real, pero como sigue habiendo un buen pestazo, te apoyo en todas las medidas que tomes para atajarla, que ya está bueno lo bueno”. Sin embargo, creo que ese día no llegará nunca, porque los políticos no suelen escuchar y además ahora no los entretengas, porque están obsesionados con el puesto de salida que van a llevar en las listas electorales. Muchos se juegan un sueldo con el que no podrían ni soñar de no figurar en alguna lista. Una pena de país, pero qué quiere usted que hagamos. ¿Nos suicidamos o los soportamos? Lo que sí tenemos muy claro, a pesar de estar locos, es que los dictadores y los salvapatrias nacen al amparo de toda esta caterva que vive de la política y que no se va de ella ni a tiro limpio. Hay excepciones, pero desgraciadamente ése es el cuadro. En todo caso, al final tiene que haber un responsable en quien cargar las iras de este pueblo. Indudablemente ése es el alcalde. De inmediato me ha dado por tirarme de cabeza al diccionario y he descubierto algo elemental. La palabra “alcalde” viene del árabe “al-qadi” (el juez). El vocablo “qadi” no proviene de la capital de esta Provincia, sino que procede del verbo “qada”, o sea, “juzgar”. Con otras palabras, el alcalde es el que juzga e imparte justicia. Así era en siglos anteriores. Pues bien, siguiendo la etimología de la palabra, el alcalde es quien mejor debe saber de quién es la culpa y consecuentemente es quien debe poner los platillos en la balanza y sopesar qué es lo que se puede hacer para eliminar este viacrucis. La cuestión es que la peste que recorre la calle Real es difícilmente mejorable. Llego al manicomio con dolor en las yemas de los dedos de aprisionar entre ellos la sufridora nariz y el olfato lo tengo como el colesterol. Ya sé que hay muchas cosas que huelen mal en este bendito país. No es el momento de enumerarlas, porque necesitaría que San Fernando Información fuera otra vez Diario para ponerlas una detrás de otra durante una buena temporada, pero vamos a establecer un orden de prioridades. Lo de la calle Real clama al cielo. Esperemos que la cosa se enmiende, señor juez, porque esto no se puede aguantar. Y no es que queramos que la calle Real huela a colonia, sino simplemente a calle. Gracias.

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