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Nunca he sido partícipe de esa idea de la trama. Ni pienso que los jueces que instruyen como no nos gusta sean necesariamente prevaricadores ni me parece justo afirmar que la policía no ha encontrado respuesta a todas las interrogantes porque no le da la gana hacerlo. Y sí creo, en cambio, que las elecciones de 2004 las perdió el PP por la pésima gestión que Aznar hizo de aquella crisis: decir, como se dijo y se dice, que el vuelco electoral se produjo porque dos mil personas se congregaron el día de reflexión ante la sede del PP, me ha parecido siempre, siento decirlo así, una solemne tontería.
Claro que quedan bastantes incógnitas sobre la planificación y la autoría de esa matanza. A mí, reconozco que la sentencia del juicio que presidió el magistrado Gómez Bermúdez no me satisfizo las curiosidades y lagunas sobre quién planteó, ideó y ejecutó aquella jornada luctuosa. No estoy seguro de que los más culpables se hallen entre rejas. Y sí estoy seguro de que el plan se ideó en mentes que desconocemos.
Doy la bienvenida a todas las investigaciones de historiadores, periodistas, abogados o aficionados espontáneos que quieran aportar luz a las actuales tinieblas. No sería yo, en cambio, tan hospitalario con quienes, desde una intención que parece rayana con el desprecio del sistema, se inventan complicidades políticas, judiciales o policiales con quienes provocaron casi doscientas muertes y tanto dolor, en una jornada que ni yo ni cualquier persona de bien podrá jamás olvidar. ¿Cómo absolver entonces a quienes tratan de lucrarse de aquellas muertes con obras oportunistas, con falsas explicaciones, que sirven a fines ideológicos muy concretos?