En la historia del fútbol encontramos jugadores duros, muy duros, y algunos ciertamente violentos. Hablando de estos últimos, a todos se nos vienen un puñado de nombres a la cabeza. Hubo un trío que aterrorizó a los delanteros contrarios de su época; su sola mención le ponía los pelos de punta al delantero más bragado. Les hablo del paraguayo Pedro Fernández, del argentino Ramón Alberto Aguirre Suárez y del uruguayo Julio Montero Castillo, que jugaron juntos en el Granada de los 70, el Granada de los “granaguayos”.
A Pedro Fernández lo conocí hace unos meses en Granada, donde reside a pocos metros del nuevo estadio de Los Carmenes. Como suele ocurrir con otros jugadores duros dentro del campo, fuera del mismo es de un trato exquisito. Es difícil reconocer en este hombre mayor de 68 años al jugador que aterrorizó a toda una generación de delanteros. Pero sigue conservando Fernández algo de su vieja bravura, lo hace cuando reconoce con indisimulada jactancia, que aquel era un equipo duro, muy duro, aficionado a todo tipo de tretas para intimidar a los rivales. Cuenta cómo organizaban peleas entre ellos en el túnel para que los rivales comprobaran lo violentos que podían llegar a ser; o cómo Lasa, internacional, se acercaba antes de un partido a otro internacional del equipo contrario para avisarle de que "el negro" -así llamaban a Aguirre Suárez, se la tenía jurada, que se anduviera con ojo; o cómo cuando un futbolista del equipo de enfrente intentaba confraternizar antes del partido con alguno de ellos, la respuesta invariable era "de acuerdo, pero de aquí para allá comen tus hijos y de aquí para acá comen los míos". Una declaración de intenciones.
Tenía el Granada un equipo maravilloso, con jugadores que marcaron una época: Ñito, Izcoa, Toño de la Cruz, Barrachina, Vicente, Lasa, Barrios, Porta... Y entrenadores de la talla del Pipo Rosi, Max Merkel y, por encima de todos, Joseito. Ascendió a Primera División en 1968, y hasta 1976 completó la mejor época de su historia. Fue sexto en dos ocasiones, clasificación con la que hoy en día hubiera jugado competición europea, y se permitió el lujo de no perder un solo partido en su estadio durante una temporada completa, y sólo uno en otra. Todos los grandes cayeron allí.
Pero era aquel un fútbol hijo de su tiempo. En Sudamérica se vivía la época grande de Estudiantes de la Plata, el equipo de Bilardo y Aguirre Suárez, que ganó tres veces la Copa Libertadores y una la Intercontinental. Se trataba de un grupo tan violento, que después del partido de vuelta de la Intercontinental contra el Milán de1969, el dictador argentino de turno, el general Juan Carlos Onganía, ordenó el ingreso en prisión de tres jugadores de Estudiantes por patearle la cabeza a un rival, uno de ellos Aguirre Suárez que fue suspendido de por vida en su país. Se vivió entonces una escena pintoresca donde las haya, Bilardo, compañero de los encarcelados, se instaló en la puerta de la prisión donde se hallaban presos y se declaró en huelga de hambre. La suspensión en su país fue el motivo de la marcha de Aguirre Suárez a España. Fernández había llegado antes a Granada, procedente del Barcelona, donde estuvo dos temporadas durante las cuales apenas jugó. El tercero de ellos, Montero Castillo, aparecería más tarde y sólo estuvo un año en el equipo granadino, en la temporada 73/74.
El tiempo lo cura todo, o casi todo. Una herida de aquella época -han pasado ya cuarenta años- sigue sangrando todavía. El 9 de junio de 1974 el Real Madrid visitaba al Granada en el viejo Los Carmenes. Era un partido vital para el Madrid, vapuleado meses antes por el Barcelona de Cruyff en el Bernabéu y octavo en la liga. Necesitaba ganar aquella Copa del Generalísimo para estar la temporada siguiente en Europa. Fue por eso que acudió con su mejor equipo, incluido Amancio, que llevaba dos años sin viajar a Granada a causa de una vieja rencilla con Fernández. Charlie Rexach, al pasar por delante de la plaza de toros granadina camino del estadio dijo una vez "que suerte tienen los toreros", y aquella gracia resultó profética. Amancio recibió una plancha de Fernández en el muslo que fue una auténtica cornada, una de las entradas más violentas que se hayan visto jamás en un campo de fútbol. Le partió el cuádriceps, el músculo más fuerte del cuerpo, y necesitó 150 puntos internos de sutura. Una entrada que todavía el gallego no ha perdonado. Hace unos meses hablamos con él para un reportaje en Canal Sur tv y lo tiene todo fresco, como si hubiera pasado hace cuarenta días y no cuarenta años; sigue calificando tanto al jugador del Granada como al árbitro, el catalán Oliva, que ni siquiera lo amonestó, de "canallas". A Fernández le cayeron quince partidos, y la suya fue la primera sanción que hubo en España utilizando las imágenes de televisión. Joaquín Sierra "Quino" me contó cómo jugando un día en Granada con el Valencia, se disponía a rematar un córner... y se despertó en el Hospital. Un codazo de Aguirre Suárez lo dejó grogui. Juan Manuel Asensi, jugador del Barça afirmó que "ir a Granada era como ir a la guerra".
Montero Castillo y Aguirre Suárez dejaron Granada a finales de la temporada 73/74. Pedro Fernández aguantó hasta 1978, y sigue ostentando hoy día el récord del jugador con más partidos en Primera División con la camiseta del Granada CF. Fue un buen jugador, aunque con una idea sobre el fútbol y sus límites hija de otro tiempo. Un tiempo en el que los rivales se referían al viejo campo del Granada con tanto temor como reverencia como "Los Crímenes".
Cuando Los Cármenes era “los Crímenes”
Tenía el Granada un equipo maravilloso, con jugadores que marcaron una época. Pero era aquel un fútbol hijo de su tiempo. Un tiempo en el que los rivales se referían al viejo campo del Granada con tanto temor como reverencia como \"Los Crímenes\".
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