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Lunes 25/11/2024
 
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Me lo decía mi abuelito

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El ejercicio periodístico de recapitular en torno a un año que se nos va siempre corre el riesgo de simplificar sus gozos y magnificar sus sombras. 2014, en todo caso, fue el año de las luces del ‘basta ya’ contra los vicios de un sistema carcomido por la corrupción, que exigía una regeneración que cortase de raíz los privilegios inconfesables de una selecta minoría que se lucraba a costa de la miseria de la mayoría silenciosa. La indignación de la calle, la épica de los pobres, promovió la profilaxis. En 2014, por fin, vimos una retahíla de corruptos ingresar en prisión. En las elecciones europeas de mayo, irrumpió con fuerza inopinada el movimiento Podemos, una consecuencia directa de ese fenómeno sociológico de respuesta airada  al favoritismo de la élite-casta, por parte de una masa variopinta de desheredados liderados por el mediático politólogo Pablo Iglesias. El crecimiento de IU y la aparición de Podemos cuestionaban la alternancia bipartidista entre PP y PSOE. Aun así, con mermas y sin flagelos, los socialistas de Francisco Reyes volvieron a imponerse globalmente en la provincia.


La crisis de confianza en las instituciones forzó la abdicación del rey Juan Carlos I, un modelo caduco de ejemplaridad, y su sustitución por su hijo, desde entonces, Felipe VI. La macroeconomía experimentó cierta recuperación: los mercados reaccionaron pese a que la brecha entre ricos y pobres se hizo más profunda. La recuperación de la gente corriente, pues,  seguía sonando a sarcasmo. La nueva PAC nos obligó a mirar otra vez con cara de pena hacia Bruselas, Madrid y Sevilla para mantener con apuros nuestra ficha presupuestaria. Con este panorama, 2014 fue el año de la impronta de la Diputación (haciendo provincia a base de estrenos: bandera, día de la provincia, feria de los pueblos, planes de empleo…) y las penurias crónicas del Estado y de la Junta (plasmadas sin sonrojo en sus presupuestos, con los servicios sociales más menguados).


La sangría demográfica de Jaén se confirma, especialmente en el ámbito rural. Es como si el mapa de futuro marcase inexorablemente la redimensión poblacional de la provincia. El alcalde Fernández de Moya hizo amago de irse, pero se quedó. El liderazgo dedocrático de Moreno Bonilla lo impidió.  Primarias en el PSOE, bien controladas desde el aparato. José Enrique competirá con otro Fernández. Ascensión a los altares de San Telmo y San Vicente de Susana Díaz, lo que redundó en un optimización de su relación con Paco Reyes, aunque ello no llegara al extremo de provocar la sustitución de la delegada del Gobierno, Purificación Gálvez. El tranvía, para vergüenza colectiva, se mantuvo en hangares. Las finanzas consistoriales, en quiebra técnica, sobreviven gracias al pan para hoy, hambre para mañana, de la Hacienda estatal del paisano Montoro. Se retiró estratégicamente (lo primero que se aprende en Jaén es a esperar) la candidatura de la Catedral de Jaén a Patrimonio Mundial de la Unesco…


2014, una vuelta a las andadas donde la falta de escrúpulos se convierte en moneda común en la relación entre los de arriba y los de abajo, porque el fin (“Te alzarás sobre los pobres y mezquinos que no han sabido descollar”), siempre, siempre, justificará los medios.

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