Cada 28 F, desde 2003, leo atentamente el memorable discurso que pronunció Emilio Lledó tras ser nombrado hijo predilecto de Andalucía -o hijo pródigo, como confesó sentirse-. Me resulta emocionante revivir un auditorio completamente entregado en el Teatro de la Maestranza aquel Día de Andalucía. Han pasado ya 13 años y todavía nadie me proporcionó un ejercicio tan identitario que refuerce el orgullo de sentirme andaluz. En 2008, en el programa Ser Andaluces de la Cadena SER Andalucía, Lledó -Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2015 y Premio Nacional de las Letras Españolas 2014- dialogó con un andaluz adoptivo, el periodista Iñaki Gabilondo.
En ese encuentro delicioso, el filósofo sevillano y Académico de la Lengua clamó: “No hay nada que me irrite más que el topicazo absurdo de la pereza andaluza. Son blocajes de una pseudo identidad que no tiene nada que ver con la realidad”. A renglón seguido, reiteró “uno de los recuerdos más intensos” de su vida. “En 1953, llegaron a Alemania las primeras oleadas de trabajadores españoles, sobre todo andaluces, que huían de una tierra que no les daba cobijo y en la que habían nacido con un No de plomo sobre sus cabezas. No a la educación, no a la cultura, no al trabajo, no a la esperanza. Les di clase de gramática alemana cuando nadie les había enseñado la española. Pero era tal su afán por aprender, su inteligencia y aplicación que me parecía un crimen que estos compatriotas no hubieran tenido patria”.
Y concluía: “Que nadie tenga que emigrar de ningún país porque reine en él la más inhumana desigualdad, la más cruel e hipócrita de las injusticias”. Recordé entonces la película Un franco, catorce pesetas, por la que el director Carlos Iglesias recibió el Premio Goya al mejor director novel al describir de manera formidable la emigración a Suiza, a la que se vieron abocado miles de andaluces, como mis abuelos paternos Pepe y Lola, para ganarse el pan que en España, en los años oscuros de la posguerra y el franquismo, se les resistía. Un nuevo 28 F engarzo estas vivencias para ensalzar el compromiso de mis paisanos con su desarrollo personal y el de Andalucía. Sirvan las palabras de Emilio Lledó para que nadie confunda intencionadamente nunca más la falta de oportunidades laborales con una supuesta indolencia del trabajador andaluz.