En la antología que preparase en 1996 José Agustín Goytisolo, “Veintiún poetas catalanes para el siglo XXI”, afirmaba el antólogo a propósito de Màrius Sampere: “Su poesía es de aire neoexpresionista, corte ecléctico y muy sorpresiva”.
Ya entonces, Sampere (Barcelona, 1928) había alcanzado un notable reconocimiento. Con su primer libro, “L´hóme i el limit” (1963), ganó el premio Carles Riba y durante la década de los setenta y ochenta, obtuvo otros galardones como el Recull y el Miquel de Palol por “Poemes de baixa freqüència”y“Llibre de les inauguracions”respectivamente.
Pero no ha sido hasta este siglo XXI, cuando junto al fervor del público y de la crítica, su excelente labor ha alcanzado la merecida trascendencia. El premio de la Crítica, el Ciutat de Barcelona o el Nacional de Culturahan contribuido de manera determinante a la difusión de su decir .
Ahora, con la reciente edición de “Nadie y la luz” (Pre-Textos. Valencia, 2017), Màrius Sampere retoma su producción en castellano -la lengua con la que dio sus primeros pasos poéticos-.
La mayor parte de los textos viene tamizado por un afán vitalista, en donde el yo se resiste a la hora de poner límites a su irreversible adiós: “Me llega el mensaje increíble: pero/ la vida no es sueño”. Es/ más poder, un clavo y un martillo./ Sería maravilloso, aseguran que la vida, tan frágil,/ no fuera ese par de herramientas usadas/ sino muchos niños/ que viniesen a jugar…”
La temática del vate barcelonés está marcada por pilares universalmente poéticos: Dios, vida, amor y muerte, “los cuatro lados de la aventura humana”, como él mismo ha confesado.
Y también de ellos se alimenta en este volumen en donde la supervivencia sigue siendo un interrogante, una cuestión latente que no termina de encontrar una respuesta definitiva:
“¿Sortear el peligro/ si es la propia seducción,/ nuestro poder hecho espuma”?. Preguntas, al cabo, que se extienden a lo largo del conjunto y dan cuenta del incesante proceso indagatorio del sujeto lírico: “…qué es/ la felicidad más que un pobre/ demonio arrepentido?”.
Sabedor de que la existencia es obra del adversario, de ese enemigo ulterior que también viaja entre las sombras del ser, Sampere experimenta y arriesga en su palabra y se guarece, a su vez, en un verbo que genera asombro, intimidad, desobediencia: “Prefiero desistir. Que nadie/ me odie después y no venga la luna/ a descubrir mi juego nocturno. Me prefiero/ simplemente inactivo, suave/ como el ungüento, porque/ somos dos: la piel y el aceite/ de la diosa desleída”.
Dividido en cuatro apartados, “Pequeño jardín con demonio”, “Otros seres”, “Fisuras” y “Nadie y la luz”, el poemario mantiene un discurso moderno sin incurrir en radicalidad y acusa un notable realismo experiencial.Hay desazón, pero también deseo, hay esperanza, pero también rebeldía. El verso de Sampere no se acomoda ni se traiciona, sino que cabalga firme desde el compromiso de la libertad humana y semántica:
“Adorables esqueletos/ en formación de luna decadente. Noche/ semivacía, con todas las mitades dispersas/ algunas raíces,/ alguna cáscara, concha/ de caracol succionado./ El tesoro, no hay otro/ fuera de lo mínimo. O el llanto contenido/ de lo aparente. O la misma apariencia/ feliz enderezándonos/ los huesos”.