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Miércoles 27/11/2024
 
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El Portal, tierra de hipopótamos

Hoy es difícil imaginarlo, pero unas excavaciones certificaron hace unos años la existencia de hipopótamos, elefantes y rinocerontes en la vega baja del río Guadalete, en las proximidades de El Portal

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  • Existió una gran laguna o marisma con pequeños islotes en la elevación de El Palmar del Conde
  • Los bosques se alternaban con las zonas abiertas, cálidas y tendentes a la humedad
Donde hoy apenas vemos conejos, perdices y algún meloncillo, en el mismo lugar donde pastan actualmente los caballos de la yeguada de El Palmar, hace tan sólo 200.000 años (milenio más, milenio menos), cuando el clima era más cálido y húmedo en nuestras latitudes, podían verse en estos mismos parajes de la vega baja del Guadalete hipopótamos, elefantes, rinocerontes, grandes ciervos o caballos salvajes.
Eso es al menos lo que se deduce de los hallazgos de un equipo de arqueólogos en distintos enclaves próximos a nuestro río. En 1989, cuando estudiaban los paquetes de arenas y cantos rodados que iban a ser explotados en la gravera de El Palmar del Conde (en las proximidades de El Portal), salieron a la luz numerosos cantos tallados así como algunos restos fósiles de grandes mamíferos.
El yacimiento arqueológico y paleontológico de El Palmar del Conde se sitúa en la margen izquierda del río Guadalete, en una pequeña elevación próxima al núcleo de El Portal, junto la Subestación Eléctrica y al conocido cruce de Las Quinientas. Esta formación, hoy cubierta parcialmente de monte bajo y en parte cultivada, se corresponde con una antigua terraza del Guadalete situada a algo más de 20 metros sobre el nivel actual del río.
Estas formaciones geomorfológicas se asientan sobre un substrato de materiales de arcillas (de un característico color rojizo) y yesos de edad triásica, que los fenómenos erosivos han dejado hoy a la luz, siendo visibles desde la carretera que une El Portal con la fábrica de cemento. Sobre estos materiales se depositaron paquetes de gravas y arenas en unas formaciones conocidas como barras de canal. Estas barras se iniciaron por la sedimentación de las fracciones más gruesas de la carga de fondo que transportaba la corriente en la parte central del canal del río, cuando su cauce era mucho más ancho que en la actualidad y su caudal era capaz de arrastrar grandes cantos rodados.

En el pleistoceno medio
Cuando la corriente encontraba estas pequeñas elevaciones sobre el amplio estuario, se acumulaban sedimentos sobre ellas, y la estructura se alzaba llegando a emerger sobre el nivel de agua. Así surgieron las pequeñas islas o penínsulas de El Palmar del Conde, o las cercanas del Tesorilllo, Los Potros o Las Pachecas, próximas también a este lugar y que aún hoy es fácil imaginar emergiendo sobre la llanura de inundación que en su día debió ocupar plenamente el río y que hoy es una gran extensión de campos de cultivos, en los que sobresalen estos pequeños cerros.
Si imaginamos estos parajes varios cientos de miles de años atrás, durante el Pleistoceno Medio, veríamos una gran laguna o marisma con pequeños islotes o penínsulas como esta elevación de El Palmar del Conde, donde se habían depositado grandes cantos rodados y a los que acudían los grandes mamíferos que poblaban los bosques y los claros que se abrían junto al estuario del Guadalete.
Los hombres del Paleolítico encontraban en estos enclaves la materia prima para sus herramientas (cantos rodados) y los animales a los que daban caza.
Entre los restos de fauna hallados en este lugar han aparecido molares de rinocerontes (Stephanorhinus hemitoechus), caballos (Equus sp.), hipopótamos (Hippopotamus amphibius), un metatarso de ciervo (Cervus sp.) y restos de otros molares que tal vez pudieron pertenecer a un gran elefante (Palaeoloxodom antiquus), todos ellos en conexión estratigráfica con los cantos tallados. Estos restos permiten reconstruir e imaginar cómo era el paisaje y los biotopos en torno al Guadalete y a las zonas colindantes con su estuario.

Bosques, clima cálido y humedad
Las condiciones medioambientales requeridas por las especies de grandes mamíferos citadas en el yacimiento permiten deducir, a juicio de los investigadores “…una alternancia de espacios de bosques y zonas abiertas de clima cálido con cierta tendencia a la humedad”.
En cuanto al numeroso conjunto lítico de piezas talladas encontradas (más de 400), los arqueólogos, en función de sus características, las encuadran en el Achelense Pleno. La mayoría de los soportes son de cantos de caliza (85%) seguidos en menor medida de “…silex y protocuarcita y esporádicamente dolomía y cuarcita respondiendo a grandes rasgos a la proporción que se presenta en los paquetes detríticos”.
Entre las piezas halladas abundan las raederas, raspadores, hendedores y perforadores. No es difícil imaginar que la mayoría de estas herramientas estarían destinadas al aprovechamiento de la fauna que pudieran cazar en las inmediaciones.
Todavía hoy, aún podemos ver en el pequeño cerro de El Palmar del Conde, en contacto con los campos de cultivo, los potentes estratos de cantos rodados e imaginamos a aquellos hombres del Paleolítico, junto a sus cabañas construidas en las laderas de este pequeño cerro, dominando el amplio estuario del Guadalete, tallando sus raspadores para dar cuenta de los animales que acababan de cazar.
En este mismo lugar donde hoy pastan plácidamente los caballos de la yeguada de El Palmar. Un paseo por esta zona del término municipal puede contribuir a imaginar cómo sería la misma en aquella época tan remota, cuando los hipopótamos, los rinocerontes y los elefantes habitaban en el entorno de El Portal.
entornoajerez.blogspot.com

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