La sustancia del odio es la misma de la que están compuestos los genocidios y los crímenes contra la Humanidad. La sustancia del odio es la misma de la que están elaborados las persecuciones, los intentos de exterminio, los atentados. La sustancia del odio es la misma de la que están hechos los guetos, los apartheids, los gulags. Es sólo cuestión de dosis. De igual manera que es solo cuestión de dosis que la molécula letal de un pesticida que elimina a un insecto, pueda hacerlo también con un ser humano, o una población. El mismo odio que se está colando entre las grietas humanas de nuestra sociedad, el mismo rencor que puede rastrearse en las redes sociales, el mismo fanatismo excluyente con el que se esgrimen los insultos, con ojos desmesurados y venas hinchadas, es el que, con la intensidad y extensión adecuada, da lugar a una matanza, a un atropello sistemático de los derechos humanos, a un desastre humanitario. Conviene tener presente esta realidad, porque cuando empiezan a multiplicarse los odios individuales sólo es necesario que alguien los canalice, los organice, para que se produzca lo impensable, para que encarne de nuevo la barbarie. Y según nos demuestra la historia, ¡es tan fácil reconducir los odios individuales a un abismo colectivo! Frente al desprecio y la persecución, frente al odio, opongo la idea de la fraternidad, que se basa en el hecho de que todos los seres humanos, por la simple condición de serlo, albergamos la excelencia en potencia. Con el esfuerzo y conocimientos adecuados, todos somos susceptibles de desarrollar los más altos valores de la Humanidad. Por lo tanto ninguna diferencia formal y temporal justifica el odio al otro. La fraternidad no es incompatible con la firmeza de las convicciones, no implica renunciar a la oposición más rotunda de los atropellos e injusticias, no supone claudicar en la exigencia de una sociedad firme frente a la violación de los derechos humanos. Al contrario, la idea de la fraternidad lleva implícita el ideal de justicia, cuya búsqueda es incompatible con el odio. La idea de fraternidad implica que los valores humanos, no son patrimonio de ninguna ideología, sino logros evolutivos de toda la Humanidad. Es necesario reconocer cuando brota el odio para erradicarlo y al mismo tiempo consolidar la lucha por los valores humanos. La inminente celebración del Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto nos conmina a ello.
Quien a buen árbol se arrima...
La sustancia del odio
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Manuel Ruiz
Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén
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Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén
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