Aficionados con la bufanda verdinegra del Hannover 96, cúpula futbolística alemana, representantes de los clubes europeos por los que pasó y políticos llenaron el estadio para despedir el féretro del arquero, rodeado de coronas de flores sobre el césped.
Su viuda, Teresa, y los rostros desencajados de la selección en pleno –del capitán Michael Ballack a Per Mertesacker, sus dos amigos del alma, a Oliver Bierhoff y Joachim Löw, mánager y técnico del conjunto– eran reflejo del dolor compartido, en una mañana soleada y con la música del cuarteto de cuerda del conservatorio de Hannover.
“El fútbol no lo es todo (...) Por encima del rendimiento está el ser humano”, dijo Theo Zwanziger, presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), quien agradeció a Teresa Enke su coraje, al revelar ante los medios, el drama que llevó a su marido al suicidio.
Enke se tiró a la vía del tren el pasado martes, en las cercanías de su casa. Según explicó su viuda, de 33 años, la mañana siguiente, estuvo en tratamiento por depresión en 2003 –en sus tiempos en el Barcelona de Louis Van Gaal– y luego sufrió recaídas, atribuidas tanto a cuestiones privadas como al miedo al fracaso.
En 2006 murió su hija de dos años, Lara, víctima de una dolencia cardíaca congénita. Ahora temía perder a su segunda hija, Leila, adoptada en mayo con dos meses, por culpa de una nueva depresión.
Su trayectoria estuvo marcada por varias decepciones, al no lograr cuajar en varios de los clubes por los que pasó de 1999 a 2004 –Benfica, Barcelona, Fenerbahce de Estambul y Tenerife–.
Recuperó la confianza de regreso a la Bundesliga, en el Hannover, donde sí se sintió reconocido. Fue, paradójicamente, el éxito en su país lo que volvió a confrontarle con el miedo al fracaso.
Con la inclusión en la selección nacional de Joachim Löw, con la que disputó ocho partidos, resurgió lo que su padre, Dirk Enke, y su asesor, Jörg Neblung, han calificado de “torbellino interior”.
Una infección intestinal complicó su preparación para el Mundial de 2010 y quedó fuera de varias convocatorias de Löw, incluido el partido que iba a jugarse este saábado contra Chile, cancelado por la tragedia.
La muerte de Enke traspasó el ámbito deportivo, por revelar la presión sobre los deportistas de elite obligados a mostrar una fortaleza que se les da por sobreentendida pero no siempre tienen.
Enke no respondía al prototipo del guardameta agresivo. Fue, dentro y fuera de la cancha, un hombre sensible y amable, recordó el primer ministro de Baja Sajonia, Christian Wulff.
Unas 40.000 personas llenaron el graderío y miles de personas siguieron desde el exterior, por pantallas gigantes, la ceremonia fúnebre que transmitieron nada menos que cinco cadenas de televisión –de la pública ARD a dos canales de información, uno regional y otro deportivo–.