Maestro Gil Cano

Publicado: 03/04/2019
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Desgranas el miedo al paso del tiempo y a perderte en el sinsentido de la vida y esperas que lleve a algo. Porque no siempre hay fe suficiente
Ayer me quedé sin palabras oyéndote porque sólo podía concentrarme en las tuyas. Presentabas tu libro: “En la noche del mundo”. Maestro jerezano, no podías excluir a Jerez en tus versos, en lo bueno y en lo malo: ese abandono que sufre el centro histórico. Tus homenajes al Cristo de la Viga y a Nuestra Señora del Socorro, muestran también que tu religiosidad va unida a esta tierra. A esta tierra y a su sangre: el vino.

Verdaderamente este es un libro de cuaresma porque empiezas en las tinieblas y eres salvado por la fe cristiana. La portada no deja lugar a dudas: el Gólgota, de Ramón Epifanio. Lo es también de pérdidas. Los poemas a tu madre y a tu hermana conmueven profundamente, no sólo a ti que te emocionaste sino a todos los que hemos pasado por estos percances. Cuando programabas esta presentación, pensabas que Pilar Paz Pasamar leyera el poema que le dedicabas y se convirtió en tu homenaje porque ya no está con nosotros. También celebras la llegada a tu vida de amigos que han compartido contigo noches, vinos y tertulias. Hombre  agradecido, es bien nacido.

Mauricio Gil Cano, los poemas sí sirven, sin ellos perderíamos la emoción de la voz directa al corazón. Si la poesía se convirtiera en mayoritaria, viviríamos en un mundo donde el espíritu empiece a ganarle la guerra al consumo. Donde se pueda vivir el momento presente y no vivir proyectados en un futuro que no llega a serlo nunca porque una vez nacido ya es pasado.

“Soy un loco mirándome a los ojos”. Todos y todas lo somos y no queremos verlo. Desgranas el miedo al paso del tiempo y a perderte en el sinsentido de la vida y esperas que  lleve a algo. Nos tocas el fondo, porque quién no quiere creer que lo que nos ha pasado y lo que vendrá son parte de un viaje que culmina en una meta. Durante momentos, el camino se llena de dolor y de ausencias esenciales y decimos ¿y todo esto para qué? Porque no siempre hay fe suficiente, hay veces que ninguna y la senda se hace incomprensible.

Quiero como tú, “caer en este lado de la vida”, donde la esperanza llene los espacios, los jardines sean verdes y colmados de flores, donde crezca de nuevo el árbol de la vida y esta vez las serpientes nos dejen en paz.

 

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