Cuando los arqueólogos encontraron una tumba algo más grande supusieron que albergaba dos cuerpos. No era algo corriente, pero ya había pasado más de una vez. Sin embargo, al abrirla vieron que los cráneos se miraban, que los cuerpos estaban enfrentados. Y, al seguir excavando, comprobaron que los brazos se entrelazaban. Y hasta las piernas. Sí. Era un abrazo. Aquel hallazgo en el yacimiento arqueológico del campo de hockey de San Fernando sigue desvelando nuevos secretos 15 años después. Las últimas investigaciones afinan las fechas de los enterramientos de esa necrópolis y han podido abrir la hipótesis de que los primeros mariscadores estables de la bahía de Cádiz estaban en este asentamiento de la Isla.
Todo lo que pasó en aquellas obras del espacio deportivo de San Fernando fue algo inesperado. Nadie imaginaba que aparecería un asentamiento del Neolítico de hace unos 6.000 años. Ni tampoco que tuviera aquellas dimensiones. Ni que aparecieran tantos rastros de una población estable allí, cuando la Isla era más isla que nunca. “Hay que tener en cuenta que se excavó en una zona que en aquella época era terreno insular, y que lo encontrado estaría a 100 o 150 metros del mar”, destaca el doctor en Prehistoria e investigador de aquel yacimiento, Eduardo Vijande.
Sorprendió a todos los arqueólogos que pudiera constatarse una población estable que se dedicaba a la agricultura y a la ganadería, pero también a la pesca como se podía deducir de la aparición de aparejos y restos de moluscos recolectados. Es, por eso, que una de las principales líneas de investigación que siguen abiertas es poder concretar la importancia que tuvo la extracción pesquera para este poblado.
“Vemos que había conchas y restos de moluscos en varias zonas muy diferentes, alguna arenosas, otra intermareales, otra supramareal. Demuestran que conocían el medio marino”, repasa Vijande. También han aparecido restos de doradas de gran tamaño. “Entonces el mar no estaba ni contaminado ni esquilmado”, añade el investigador. “Y vemos que practicaban la navegación por la aparición de restos de colgantes que debieron conseguirse a cientos o miles de metros de distancia”.
Es, por eso, que los investigadores de este yacimiento están ultimando una publicación científica que destacará la existencia en San Fernando de una sociedad mariscadora, que ya entonces recolectaba navajas, burgaíllos o cañaíllas. “Incluso hemos encontrado algún ajuar en una tumba de un niño formado por conchas marinas”. Anterior a este yacimiento está el de Retamar en Puerto Real, aunque aquel se entendió como un asentamiento estacional, y este como permanente.
El yacimiento sigue despertando interés en la comunidad internacional, por lo encontrado y por su tamaño. “Es que el asentamiento es más grande que el campo de hockey, así se ha comprobado en 2018 y 2020 en excavaciones en solares colindantes”.
La otra parte más llamativa de este yacimiento tiene que ver con la necrópolis donde apareció el abrazo más famoso de San Fernando. Fueron descubiertos 63 individuos. En pocos meses, en la futura publicación que ultima los arqueólogos, se va a poder demostrar que estos enterramientos no fueron simultáneos,sino que esta necrópolis estuvo funcionando “durante bastante tiempo”. De hecho, según avanza Eduardo Vijande, la famosa “tumba de los enamorados” es, según este estudio, la más reciente de todas. Es decir, el último enterramiento descubierto que se hizo en este asentamiento.
Pero, ¿se podrá algún día saber quiénes eran los abrazados? La ciencia, de momento, ha podido determinar que el más alto es un hombre de entre 20 y 30 años, y que el otro cuerpo debió pertenecer a una mujer de entre 10 a 14 años. “Decimos mujer porque entonces la esperanza de vida era mucho más pequeña y a los 10 años se podía alcanzar la madurez”, destaca el investigador. Es, por eso, que todas las hipótesis siguen abiertas. Podían ser realmente una pareja. O bien un padre y su hija. O no conocerse de nada. “Lo que sí sabemos es su muerte fue simultánea, murieron así, y si fueron enterrados de esta manera, pensamos que es porque tenían algún vínculo entre ellos”.
Los estudios, a pesar de tomarse muestras de ambos, no han podido determinar mediante el ADN si existe un parentesco, ni aportar nuevos datos sobre su identidad. De momento, no se harán nuevos análisis, porque las técnicas actuales son invasivas y supondrían perjudicar los restos. “La ciencia avanza a buen ritmo y pensamos que puede llegar una técnica más avanzada que permita decirnos más cosas de estos huesos. Ocurrió, por ejemplo, con el carbono 14. Hace 50 años para datar unos restos se necesitaba una muestra del tamaño de una galleta, y ahora basta con la del tamaño de la punta de un lápiz”.
Cuando fueron encontrados, los arqueólogos llamaron a esos esqueletos abrazados E10 C14, que es como numeraron aquella tumba. Pero los trabajadores de la obra enseguida los rebautizaron como “los enamorados”. Así, San Fernando los usa cada 14 de febrero como reclamo turístico. Y, así, crece la leyenda de un abrazo de 6.000 años.