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Jueves 05/12/2024
 

Cádiz

Cádiz exporta arena de su playa para los restaurantes de moda de Madrid

A modo de ejemplo, el restaurante Ojalá lleva la arena de las playas de Cádiz y recrea un ambiente chill-out con disc-jockey en directo

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Importada de lugares tan dispares como Japón o los países árabes, la tradición de comer descalzo y sentado en el suelo está echando raíces en nuestro país, donde cada vez más restaurantes ofrecen a sus clientes la posibilidad de renunciar a la mesa convencional para comer sobre alfombras, sofás o tatamis.

Con un diseño minimalista y un predominio absoluto del blanco, la decoración del restaurante madrileño Mezklum gira en torno a cuatro amplias camas, en las que se puede comer o cenar tumbado y disfrutar de un menú con influencias internacionales.

“Incorporamos platos de origen oriental, como la tempura de verduras o los rollitos; aunque la carta es principalmente mediterránea con ensaladas, carnes y arroces”, ha explicado el encargado del establecimiento, José Payán.

La atracción de los clientes por vivir la experiencia de comer en sus camas es evidente, ya que, según ha reconocido Payán, muchos prefieren dejar la cena para otro día antes que renunciar a esta original manera de “sentarse” a la mesa.

“Vienen sobre todo parejas o grupos de amigos para celebraciones concretas, y gusta mucho para despedidas de solteros”, ha precisado.

También en Madrid, el restaurante Ojalá traslada a los comensales a un minidesierto subterráneo, donde quitarse los zapatos y sentarse sobre unos cojines, como si de una jaima se tratara, es el rito habitual antes de disfrutar de una cena informal a base de tapas y raciones de gusto mediterráneo.

“Traemos la arena de las playas de Cádiz y recreamos un ambiente chill-out con disc-jockey en directo, ideal para una cena informal o una copa”, ha señalado su encargado, Ramón García.

Además de la arena, la decoración del espacio se consigue con juegos de luz y proyecciones en la pared y crea una atmósfera “que gusta mucho” a los clientes, según García, hasta el punto de que “la gente espera el tiempo que haga falta para coger sitio”.

Con una decoración más inspirada en la cultura nipona, el restaurante Ene incluye cuatro tatamis que se llenan sobre todo para la hora del brunch, que ofrecen los viernes, sábados y domingos, o para tomar una copa por las noches.

“El perfil de quienes vienen a los tatamis es fundamentalmente gente de entre 30 y 40 años, aunque también vienen muchas familias con niños porque los pequeños se sienten más libres para moverse y aguantan mejor la comida”, ha apuntado su propietario, Adolfo Moreno.

Cocina mediterránea con influencias orientales conforman la carta de Ene, un menú que, según Moreno, gira en torno a la “calidad de la materia prima” nacional: carnes de Galicia, verduras de Navarra y pescados de la costa gaditana.

En el espacio madrileño Lay Down, el establecimiento está conformado de sofás blancos que hacen obligatorio tumbarse para una cena relajada e informal, acompañada de la música y actuaciones en directo para las noches del fin de semana.

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