Alberto Matilla: "Hay bebedores activos y pasivos"

Publicado: 26/10/2013
Alberto Matilla, es el presidente de ARCA (Asociación de autoayuda e información sobre el síndrome de dependencia alcohólica) y conoce desde dentro los problemas del alcoholismo, una enfermedad en la que cayó y se recuperó y de la que ahora nos habla en una entrevista en exclusiva.
Nacido en tierras cordobesas en el seno de una familia de clase media-alta, Alberto Matilla conoce desde dentro los problemas que conllevan el alcoholismo, una enfermedad en la que cayó y se recuperó y de la que ahora nos habla en una entrevista en exclusiva para este medio.

Ante todo, enhorabuena por su reelección en la presidencia de ARCA.

—Sí, he ganado las lecciones a la que obligan los estatutos cada cuatro años y llevo en ARCA desde su refundación en el año 2002 cuando pasó a denominarse de Alcohólicos Rehabilitados de Cádiz a Asociación de autoayuda e información sobre el síndrome de dependencia alcohólica. El cambio de nombre se debe a un día que, porque sé que no bebo, porque si no diría que había tomado un par de copas porque ponerle un nombre tan largo a una asociación.... Pero sigue conservando el nombre de ARCA como centro asistencial que es, de tratamiento y abordaje del alcoholismo y para las personas que sufren esta enfermedad. Alcohólicos Rehabilitados no era un nombre que se ajustara a la realidad pero sí era un nombre romántico porque, entre otras cosas, la gente no tiene que rehabilitarse sino tratarse al igual que una persona diabética no se tiene que rehabilitar sino que tratar.

Claro, porque no solo se trata al alcohólico sino también a su entorno.

—Exacto, es una enfermedad que afecta a todos. Yo aquí introduciría dos nuevos conceptos: el bebedor activo y el bebedor pasivo, a imagen y semejanza del tabaco. El bebedor pasivo sufre una serie de trastornos, desórdenes graves en muchas ocasiones. Convivir con una persona adicta al alcohol o a cualquier otra sustancia es un camino de autodestrucción y el entorno lleva a cabo un esfuerzo ingente por salvar a esa persona. Y no se trata de salvar sino tratar a esa persona y hay técnicas para manejar esas situaciones ya que se da el caso de personas que se recuperan del alcoholismo pero enferma la persona que le estaba cuidando por el desgaste físico y emocional que supone. Por eso yo siempre hablo de Centro de Atención y Tratamiento a personas asociadas a problemas con el alcohol, tanto bebedores activos como pasivos.

Alberto Matilla preside la asociación, entre otros motivos, por conocer la enfermedad desde dentro. ¿Cómo te convertiste en alcohólico?

—Me casé muy joven debido a mi impulsividad y todo se fue al garete y tras un divorcio, yo no quería nada y lo perdí todo.Eso me llevó a un cierre de negocios y lo perdí todo. Eso unido a la muerte de mi padre me llevó a una profunda depresión. Y como bebedor social que era fui cayendo en el alcoholismo.

¿Cómo fue el proceso, pues la barrera entre bebedor social y alcohólico es muy subjetiva, no?

—La frontera es muy difícil de establecer. En mi caso, nadie mencionaba la palabra alcoholismo. Mis amigos eran médicos, empresarios... y nadie me decía nada de alcoholismo, entre otras cosas, porque ni se conocía. De hecho, en medicina apenas se estudiaba el alcoholismo pero sí sus consecuencias y sintomatología y los trastornos asociados como angustia, crisis de ansiedad o el estado de ánimo cambiante. Si  se trataba una cosa no se trataba la otra. Entonces te decían que bebieras menos pero nadie trataba este tema. A mí la única persona que me dijo que tenía un problema de alcoholismo, fue alguien similar a mí y casi lo mato ese día. Pero dio en la clave. Era un momento en el que me había aislado socialmente y me había convertido en homeless, metido en una carrera a ninguna parte, cogiendo diferentes trabajos para sobrevivir. Muchos de los que se presentan aquí tienen patologías duales: alcoholismo más patología psicológica y ese era mi caso. Al cabo de los años, me encontré con un amigo y yo estaba en una situación muy difícil pues hasta había perdido por daño neurológico la movilidad de las piernas e iba en silla de ruedas. Entonces me llevaron a una clínica y el médico que estaba allí era un antiguo amigo, compañero en la facultad de Granada, y aunque le costó trabajo, me reconoció y empecé mi tratamiento y proceso de cura que duraría un par de años. Eso sería hacia el año 96 o 97. En esos años, yo había vivido en Cádiz  de homeless aun teniendo dinero en el banco, pero no lo sacaba debido al aislamiento social en el que me encontraba, comía en el comedor de María Arteaga, sobreviviendo gracias a Servicios Sociales, después me derivaron a una casa de acogida en Algeciras.
 
¿No tuviste ninguna recaída?

—Sí, tuve un par de recaídas en los años 97 y 98 en Navidad, porque hubo un problema con la familia pero eso era ya parte del proceso. Es distinta la recaída que el consumo. La última vez que probé el alcohol fue el año 98 o 99.

Dando un giro hacia la situación actual. ¿Crece el alcoholismo con la crisis?

—Realmente no tenemos capacidad para medir esto en España. Debería ser el Ministerio de Sanidad quien recopilara datos de todas las Comunidades Autónomas con informes y  valoraciones sobre estos casos, pero sí te puedo decir que el alcoholismo está entre el 4 y el 7% de la población. Estamos hablando de alcoholismo, no trastornos por abuso de alcohol, ya que hay que diferenciar la dependencia del alcohol del consumo, ya que la persona consumidora no ha desarrollado el proceso adictivo y  no tiene la necesidad de alcohol. El alcohol afecta a ciertos mecanismos de nuestro cerebro y del sistema nervioso central en el que anula y modifica sus funcionamientos, por tanto el organismo se adapta de una manera muy arraigada al alcohol de manera que si no hay alcohol no funciona. Al igual que el diabético necesita insulina porque el organismo ha dejado de producirla, la persona adicta al alcohol lo necesita porque solamente con alcohol produce las sustancias neurotransmisoras para que su organismo funcione. Por eso, a la persona alcohólica no se le puede quitar el alcohol ya que se bloquea y le produce la muerte, ya que es una droga que mata por exceso y por defecto. Lo que se denomina el mono en otras sustancias (cocaína, heroína...) es horrible pero orgánicamente no mata a la persona. El alcohol sí, porque hace que se paralice la actividad cerebral. 

El alcoholismo, pese a ser una enfermedad sigue estigmatizando. A los adictos a otras sustancias, gracias a algunas campañas, se les ve como a a enfermos, cosa que no ocurre con los alcohólicos, ¿no es así?

—Para no extenderme mucho, te diré que esta es la única enfermedad por la que se culpabiliza al propio enfermo. Cualquier persona que enferma por cualquier causa es motivo de compasión o la gente piensa que ha tenido mala suerte pero con el alcoholismo la gente piensa “oye, se lo ha buscado”, pero no deja de ser una enfermedad. Es cierto que nadie te pone una pistola en la cabeza para que bebas, pero todos aprendemos por imitación. Mira, si tú naces en una sociedad musulmana difícilmente tendrás un problema de alcoholismo. En Occidente, en España, Andalucía y Cádiz más concretamente, el beber alcohol está presente en todo y al nacer se ven pautas que se intentan imitar y se accede al alcohol porque se convierte en un lubricante social, el elemento de interacción social por excelencia. Esto es muy importante. Y a medida que van pasando los años está muy asociado a la madurez, es decir, si tú ves a tu hijo que tiene 16 años con los amiguetes tomándose una litrona, uno piensa que se está haciendo mayor. Pero si lo ves fumándose un porro, salta la alarma y uno piensa “ya está consumiendo drogas”. Además,  el alcohol se presenta en distintos envases y proporciones, hay alcohol para mujer, para hombre, para joven... Yo no soy amigo de las prohibiciones por una sencilla razón: las drogas están prohibidas de toda la vida y seguimos teniéndolas, pero las leyes que controlan el consumo de alcohol son fácilmente eludibles. Solo lo hacen al alcohol de alta graduación, pero la industria que es muy importante eludió la prohibición creando unos snacks de la misma marca. Una ley sólo es eficaz si consigue su objetivo. Pero esa no es nuestra guerra. Nosotros apostamos por la persona, por su salud, por que tenga conciencia e información. La persona debe saber que a la hora de comprar bebidas estas tienen alcohol y esto conlleva riesgos.

Entonces, ¿cómo ve usted la limitación del consumo de alcohol que llevan a cabo las administraciones?

—A mi me parece realmente hipócrita que la legislación en este sentido vaya dirigida sólo al conductor y no al político que decide el futuro de los ciudadanos o a un cirujano, a los que habría que hacerles unos controles rigurosos de alcohol. ¿Por qué no sopla a un alcoholímetro un juez o un cirujano? Por cierto, le deberían haber hecho ese control a los jueces de Estrasburgo con la Sentencia Parot, porque esa sentencia me hace sospechar mucho (risas).

Una doble pregunta en cuanto al consumo de alcohol. ¿Baja la edad media del alcohol?,¿beben más los parados?

—Yo no estoy seguro de que se beba más. Pero lo que parece claro es que el mensaje a la juventud no le llega entre otras cosas porque la juventud es muy auténtica y no le gusta la hipocresía. En cuanto a la sociedad en general no te puedo decir que la gente beba más con la crisis pero sí que lo hace de una manera más compulsiva, el consumidor social se ha convertido en consumidor patológico. No es lo mismo beber en una reunión con unos amigos cuando sales de trabajar que beber por las mañanas porque te has metido temprano en el bar porque no tienes otra cosa que hacer que darle vueltas a la cabeza sobre cómo llevar un plato de comida a tu casa. Y ahí está lo peligroso, porque ese alcohol se convierte en un recurso medicinal de recompensa y ahí es cuando se tienen muchas papeletas para que empiecen los trastornos. No hay buen ambiente en casa, hay unas necesidades económicas que no se pueden cubrir, comienza a minarse la autoestima al pensar “no soy capaz de llevar a casa un sueldo para mis hijos” y ahí se comienza a beber más patológicamente.

De eso hay que informar a la sociedad, ¿no?

—En Cádiz, estamos haciendo un trabajo hercúleo de comunicación y estamos atendiendo a más y más gente que acude a nuestra sede a por información, debido al gran equipo con el que contamos en ARCA.

Volviendo a los jóvenes, ¿no les parece que el botellódromo es la solución de los políticos para que no se vea lo que no se quiere ver?

—La política que es el noble arte de servir,  gobernar y tomar decisiones y en este país se hace a golpe de efecto, réditos electorales y titulares de prensa. Hay un problema con el botellódromo y a largo plazo ya se verá. El político se saca de la manga un recinto para que los jóvenes beban y así puedan dormir los ciudadanos que les votan del centro de las ciudades y volvemos a lo de lo que no se ve no molesta y lo que no sale en la prensa no existe.

¿Cuál es el protocolo a seguir cuando una persona llega a ARCA?

—Nosotros practicamos una salud activa, es decir, que nosotros no vamos a esperar a que el paciente se encuentre mal para atenderlo y hacemos un tratamiento individual del paciente, un seguimiento ya que esta es la herramienta para combatir esta enfermedad. Y también es muy importante la política de comunicación que llevamos a cabo. Eso hace que las personas vengan en los estadios iniciales de la enfermedad, que es lo ideal. Así los porcentajes de éxito son siempre mayores. Lo que sí es cierto, es que cuando conocen el centro el boca a boca es muy importante. Cuidamos mucho la estética, el confort, la ergonomía, la atención personalizada... algo muy alejado de otros centros que tratan la exclusión social. En la primera cita se le explica al paciente qué es el centro, cómo trabajamos, que se le va a hacer un tratamiento individual, un estudio profundo en el que cabe hasta un plan farmacológico individualizado.

Entonces, ¿hay un tiempo de deshabituación del alcohol? ¿En cuánto tiempo se ven los resultados?

—Realmente, cada persona lo lleva de una manera distinta. Hay quien necesita farmacología y quien no, pero la recuperación física se consigue en 6 meses, tras los cuales la persona no se parece a quien era. Lo que tenemos que conseguir es que la persona sea la directora de su propio proceso de recuperación, la que tome el timón de su curación. Entonces esa persona ya no se le trata como a un menor de edad, como una persona caída en desgracia o un débil, se le trata como a una persona con una enfermedad que hay que tratar, se lo decimos a él, a la familia, le hacemos un planning y suele dar un resultado espectacular.

Supongo que desde aquí animarías a visitar vuestra página web o perfil de Facebook.

—Nuestra página se llama www.unabotellaconmensaje.com pero quiero destacar que nuestra página de facebook tiene 4.000 seguidores que para una página de alcoholismo es una barbaridad. 

Cambiando de asunto, hay un estudio de la Universidad de Massachusetts, según el cual el cerebro encoge por el consumo de alcohol. Resulta llamativo, ¿no?

—El cerebro es un órgano vivo, está sostenido por la sustancia blanca que compone la estructura cerebral y luego tenemos la materia gris que es la zona más oscura. Y como órgano vivo necesita oxigeno y otras sustancias porque requiere de unas reacciones químicas y estímulos eléctricos para funcionar, y el alcohol resta oxigeno y va consumiendo neuronas. Hay técnicas de neuroimagen en las que se aprecia cómo el cerebro tras el consumo de alcohol sufre pérdida de masa, no sólo el daño es neurológico sino físico, es algo apreciable, es lo que se conoce como Síndrome de Wernicke. 

Además del organismo del alcohólico, ¿qué más deteriora el alcohol?

—A la propia familia y a la sociedad porque es un elemento de conflicto. Por ejemplo, en el ámbito laboral hay muchas bajas y horas perdidas de trabajo por consumo de alcohol. Pero el consumo de alcohol no se trata todavía en el SAS, sino sus consecuencias y sintomatología. Por ejemplo, si tu llegas con el hígado inflamado se te trata el hígado o en si llegas con una miocardiopatía no se trata tu adicción. También hay desnutrición asociada al alcoholismo y el sistema nervioso central se ve afectado por este tema y otras muchas enfermedades asociadas al consumo de alcohol.

-¿Por qué se brinda desde ARCA?

—Nosotros brindamos siempre por la persona, por la salud en toda su extensión. Nosotros no nos quedamos sólo en el consumo o no consumo sino que ahondamos en los factores que le han llevado a dicho consumo, por ejemplo, cómo una timidez patológica o personas con dificultad para manejar las emociones o conflictos de índole sentimental como una separación o la pérdida de un trabajo. Brindamos por la persona porque pensamos que la salud es un concepto que no es sólo la ausencia de dolor sino que la persona se sienta bien consigo mismo. Brindamos por una sociedad más comunicativa, solidaria , con menos prisas, menos consumista y que valore realmente lo que tiene que valorar. Es verdad que estamos en una crisis económica pero también es cierto que vivimos en una crisis de valores, de egoísmos y ARCA precisamente es todo lo contrario a eso. ARCA es un equipo de gente que tiene muy claro su vocación de servicio, de aprendizaje y su pasión por aportar a los ciudadanos las herramientas para que recuperen las ganas de vivir. Uno de los lemas nuestros “Queremos que tu calidad de vida y tu familia sean mucho mejor”. Nosotros no evaluamos si una persona lleva no sé cuántos años consumiendo o no, sino cómo entra esa persona y cómo sale. Nosotros hacemos seis test específicos para conocer las patologías, el estado psicológico y clínico, la situación social y la calidad de vida y esos test se vuelven a hacer al tiempo. Porque no se trata de que una persona se lleve sin beber 20 años sino de si está contenta consigo mismo o no. Entonces hemos conseguido nuestro objetivo. De nada nos sirve que una persona lleve 20 años sin beber y sea una persona infeliz. De ahí que nosotros nos consideremos un centro socio-sanitario y creemos que por ahí deben ir las atenciones futuras del sistema sanitario español.

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