Como cada Domingo de Ramos, la cofradía de San Agustín fue la última en salir, contando ya con el resto de las Hermandades en su paso por el centro histórico. La Marcha Real, la primera levantá, y el Cristo de la Humildad y Paciencia entraba prácticamente en una Carrera Oficial que comienza a pocos metros de su templo. Tras él, el manto aterciopelado de Nuestra Señora de la Amargura se abría paso con el objetivo de realizar la última Estación de Penitencia del Domingo de Ramos al compás de la marcha que lleva su onomástica y que hoy celebra 100 años desde su estreno. Esta melodía fue compuesta por Manuel Font de Anta para la Vírgen de la Amargura que ha procesionado también hoy por las calles de Sevilla.
Mientras los titulares bajaban por San Francisco, la expectación era máxima y, en unas calles abarrotadas de público, el cortejo de la última Hermandad en salir de su templo recorría las calles con una sobriedad exquisita en una tarde apacible para el disfrute cofrade. Con el característico monte de flores, la talla de Jacinto Pimentel creada en el siglo XVII contemplaba sentada una cofradía ordenada y que supo en todo momento comportarse en un nuevo día en el que también lució el palio de la Amargura.