Si la imaginación no existiera, la tradición se hubiera encargado de construirla y el recuerdo expuesto a la acción roedora del tiempo, la adquirió por precio abstracto, como medio de poder seguir transmitiendo las historias o sucesos por él almacenados, que fueron reales pero no estaban presentes o a veces faltos de realidad. La imaginación evolucionó con la rapidez de la luz en el vacío y casi al unísono se hizo imprescindible como fuente de ideas, proyectos y creatividad. La verdad la precisó con la misma necesidad que el anillo la perla, para afirmarse y adquirir belleza.
Nuestra
Salada Insula que aúna tradición joven y remota tiene características y argumentos diferenciadores de los pueblos del entorno. Uno de ellos, quizás el más significativo, con dos vertientes diferentes, es parte de la columna vertebral que sostiene la historia de este pueblo.
Fuimos el margen oriental de España, cuando el resto de la "piel de toro" había adquirido tinte francés. El Puente Romano de su entrada tuvo esencial protagonismo.
Siguiendo la tradición de ser aquí las cosas diferentes, nos encontramos con un monumental puente, tendido sobre la ría de Sancti-Petri y que es el nexo de unión entre las islas gaditanas - San Fernando y Cádiz - con la península Ibérica. A sus pies se fundó un Arsenal que se componía de un carenero, fábrica de lonas y jarcias y taller de motonería. En el reinado de Carlos III se construyó la Carraca. Nace el pueblo con antiguedad muy posterior al puente, hecho singular y contrario a la normalidad, que es que el puente nazca para el servicio del pueblo que lo construye.
La historia del puente es de absoluta importancia para el isleño, que la muestra con orgullo y relata los múltiples sucesos en los que ha intervenido, de los cuales su papel en la resistencia a la invasión de los ingleses en 1596 y los hechos durante la mal llamada “guerra de la independencia” donde se llegó a cortar el camino de piedra de su arco central, que luego permaneció durante largo tiempo sustituido por un pasadizo de madera, como puede observarse en algunos lienzos, son fundamentales.
¿Pero quién construyó el puente? La explicación más histórica es que lo llevó a cabo Lucio Cornelio Balbo, gaditano, Consul Romano, en el año 14 A.C. aunque la imaginación lo une a una leyenda romántica que describe su construcción en los tiempos del Rey Hispan, que tenía su corte en la ciudad de Cádiz y a su bellísima hija a la que solicitaban como esposa tres reyes y de ellos el rey Pirro de Grecia fue el vencedor y el hacedor del puente. Y hay una tradición - más cargada de imaginación que todas las previas -, de que nada menos que el apóstol San Pedro, en dos ocasiones embarcó en el puente por lo que esos sillares de piedra de corte especial, sin ningún nexo de unión entre ellos pudieran guardar entre sus conchas, las huellas del Santo Pescador.
Pero la
salada insula es sosa, monótona y pasiva cuando hay que arrimar el hombro y el puente ha visto desmoronarse las construcciones de su entorno y sus sillares a veces han besado la tierra, necesitando de múltiples - y costosas, por lo abandonadas - reparaciones, una de ellas llevada a cabo por el oidor de la audiencia de su S.M. D. Juan Sanchez de Zuazo, le dio el nombre con que se le conoce desde 1411: Puente de Zuazo.
Parece que he querido relatar estos hechos para entretenimiento, mientras estamos confinados. Mejor sería que así hubiese sido. Pero no lo es. La realidad se impone y seguimos siempre igual. O no sabemos hacer las cosas, o las hacemos a destiempo, o bien interesan relegar algunas para que otras florezcan y aquí lo interesante es resaltar la Constitución del 12, que no fue la que resistió y logró echar a los franceses de nuestro suelo. Lo cierto es que no hay presupuesto a nivel nacional para recuperar de nuevo nuestro puente y no quisiera que fuera verdad lo publicado en las páginas de este periodico, donde la oposición al gobierno local, indica quienes votaron en contra de que fuera posible una partida presupuestaria. Por lo visto la imaginación como fuente de proyectos bien realizados, no va a tener cabida, ni en el nuevo Municipio. La tradición es más certera que la saeta de las olimpiadas.