Le he estado dando vueltas a la palabra abuelo y no comprendo como el ser humano ha consentido hacerla sinónimo de viejo o anciano, cuando no “carroza” o retablo. Un abuelo es el padre de una madre o un padre. Una abuela es la madre de un padre o una madre. Nunca es el concepto por el que le retiran del mundo útil, del universo laboral al que ha dedicado la mayor parte de su existencia. Es la edad, la ancianidad quien lo hace, porque el abuelo no tiene una edad definida a partir de la cual, lo es. Lo que sí tiene es una muerte programada (apoptosis) que es diferente en cuanto al número de años, en todos los seres vivos y que se muestra, segura, firme y con gesto vencedor, porque es como una gran montaña que sabe que el desprender sus rocas acabará con el valle, pero el valle nunca alcanzará su cúspide.
Rodeados de estos y otros preconcebidos axiomas, nos hemos dejado influir, hemos encogido nuestros hombros y hemos aceptado la ancianidad como preámbulo de un epílogo que nos llevará al final de la obra, que unos la considerarán terminación sin retorno y otros pondrán su esperanza en un "continuará", un segundo tomo que aclare el misterioso argumento. Ya no tienen credibilidad los placebos hasta ahora utilizados, decir que actualmente se vive más y que la vida media ha alcanzado cifras muy elevadas. No es cierto. No se vive más, se muere menos y a edades más avanzadas.
De manos de la ciencia hemos conseguido este avance, que sin embargo ha dejado como secuela que cada día nos cruzamos con mayor número de personas con múltiples procesos patológicos, discapacidades, resecciones quirúrgicas, amputaciones de tejidos u órganos, pérdida de funciones para una vida no dependiente o pasar a una forma de existencia que hemos llamado "vegetativa" pero que en realidad es la conservación de funciones orgánicas sin alma que las dignifique.
La investigación médica inicia una "carrera de fondo" a partir del pasado siglo. Genética, inmunología, avances farmacológicos, medidas preventivas, vacunas, terapéuticas de sustitución (trasplante de órganos), conocimiento exacto de la etiología de los procesos, amplia tecnología al servicio de la ciencia, etc, abren un doble camino de realidad y esperanza en la conservación de la vida y la salud, Pero sobrepasar el centenario en edad, es extraordinariamente excepcional y menos aún hacerlo con una aceptable calidad de vida. Por su parte, los gobiernos con leyes más viscerales que neuronales, abren un trayecto (la eutanasia) por donde la guadaña con su lema de "muerte digna" que nadie sabe exactamente lo que es, tiene sus manos libres para decidir cuándo una vida, que creemos irreversible a la normalidad, tiene que finalizar.
Entonces: ¿cuál es el problema? No cabe la menor duda: la vejez, la ancianidad y nuestra equivocación al conceptuarla, considerándola como algo natural dentro de la evolución. Nada más lejos de la realidad. Nuestro camino es sobrepasar la subordinación que la naturaleza impone. Desde hace varias décadas su estudio está alcanzando una considerable importancia. Ahora sabemos que el envejecimiento es uno de los mayores factores de riesgo para desarrollar cualquier enfermedad, al disminuir la capacidad de los organismos para regenerarse e impedirles su funcionalidad normal de modo progresivo.
La finalidad por ello del ser humano no es ser inmortal, parece que no lo somos, sino no envejecer. Partiríamos de la base de que nuestras células al dividirse deben dar dos células hijas idénticas en calidad y cualidad, pero no es así y van perdiendo de modo progresivo telómeros, situados en los extremos de sus cromosomas, sin que las telomerasas -gen embrionario de las células madres - puedan detener esta involución. Ventanas como esta se están abriendo en el complejo edificio de la ancianidad, que nos llevarán a poder mantener su estructura siempre joven, porque si no, caeríamos en el error de Sibila de Cumas que pidió al dios Apolo le diera mil años de vida, pero se olvidó de indicarle que fueran de juventud y deseó morir, cuando aún le quedaban varios cientos de existencia.
Los abuelos conseguirán cuando estos avances sean posibles, que la gran experiencia por los años vividos sea tenida en cuenta y no relegada a la buhardilla de las batallitas, como ahora se suele considerar. Y su continuado cariño y ternura quizás relegarán el valor de las mascotas al lugar de donde no debieron salir.