Aún recuerdo las palabras de Albert Rivera, aquel chaval que venía a enseñarnos a pescar. A nosotros, que venimos usando la almadraba desde tiempos anteriores a los romanos.
Esta forma de pensar no es más que la sempiterna andalufobia que considera que los andaluces necesitamos de una mano experta, castellana a ser posible, que nos guíe y nos enseñe, porque aquí no sabemos hacer las cosas.
En política no iba a ser menos. En el río revuelto del nuevo Andalucismo que se va haciendo notar cada día más, faltaba tiempo para que los maestros pescadores de la Meseta aparecieran para enseñarnos cómo ha de ser el nacionalismo andaluz del S. XXI. Como si no tuviéramos bastante con la pseudo izquierda socialista que nos ha usado durante 40 años como un granero de votos para sus ansias españolistas, con las derechas herederas del centralismo más rancio y carpetovetónico, o con la ultraderecha que tiene, como principal discurso la abolición de su Autonomía y el insulto hacia nuestras señas de identidad.
Por si fuera poco con lo que ya tenemos encima, ahora vienen las nuevas formaciones de izquierdas a montar sus sucursales de fachadas verdiblancas, pero sucursales, al fin y al cabo. Dispuestos a seguir con la tradición de un Andalucismo de marca blanca que cualquiera pudiera vender, que cualquiera pudiera suscribir, que cualquiera pudiera aceptar como suyo.
El nacionalismo andaluz es transversal, universal, abierto. No pide ocho apellidos para garantizar una pureza, ni una base genética que lo sustente. Pero no es un comodín. El Andalucismo, o es de izquierdas o no es. Es feminista, es ecologista, pide por Andalucía, por los otros pueblos y por la Humanidad. Y sobre todo, por encima de todo, como primera premisa, exige soberanía.
Soberanía en lo económico, en la capacidad de autogestión de sus recursos, en el cuidado de su capital natural y humano. Soberanía en lo social, que sea un instrumento que empodere nuestro sistema educativo al completo y lo libere del adoctrinamiento de decenios, que reduzca la desigualdad a su mínima expresión y que ponga a las mujeres andaluzas en primera fila y en igualdad de oportunidades. Soberanía en lo político, sin ser teledirigido desde otras latitudes que nos son ajenas y que nunca nos han permitido tener voz propia en Madrid.
El Andalucismo es para Andalucía, con Andalucía y desde Andalucía. Para todo lo demás, monten un McDonalds.