Con el aluvión de éxitos que España está recogiendo en las últimas horas en los Juegos Olímpicos en Brasil y cuando más allá de la majestuosidad de las instalaciones y de las estrellas mundiales nos recuerdan cada cuatro años a los héroes escondidos en cada modalidad y en cada país, en clave local, también es justo hacerse eco del reconocimiento a toda una vida en pos de integrar y hacer valer por encima de todo los principios deportivos, que encuentra, al fin, el justo premio y reconocimiento al que con su entrega y su apoyo ofreció toda su apuesta en fomentar el fútbol base década tras década.
Ni que decir tiene que no ha sido el único. Hay muchos más que merecen no una medalla, sí un honesto y un recuerdo sincero por su dilatada dedicación. La imagen de Rafael Sánchez aglutina y encuentra sin duda alguna la completa unanimidad de todos cuantos han conocido a éste.
Su entrega a toda una vida volcada con el deporte más formativo merece perpetuarse con el tiempo y obtiene con ello a dar nombre a la que fue su casa durante tantos y tantos años, la Ciudad Deportiva.
Unas instalaciones que, dicho sea de paso, igualmente, necesitan de un mantenimiento y de unas mejoras para que el legado dejado por Rafael el del Poli se perpetúe en el tiempo y sean el mejor ejemplo de lo que el deporte, el de base, sea la escuela y el lugar de encuentro de la juventud.