Día de contrastes y día de sensaciones encontradas en el Martes Santo de El Puerto. Música y silencio, color y luto. Una misma estampa ante dos formas diferentes de interpretar la Semana Mayor.
La Semana Santa portuense acogía a las primeras cofradías que salían de la Basílica Nuestra Señora de los Milagros. Misericordia y Dolor y Sacrificio volvieron a escenificar la pasión, cada una a su manera y estilo. Costaleros y cargadores. Una cuestión de anclarse en lo pasado y esa reminiscencia más clásica, el Dolor, y otra con un estilo más actual y menos encorsetado.
El crucificado de la Misericordia volvía a emocionar con el rostro de un Cristo aguardando su final, paradójicamente este año la cofradía ya tiene oficialmente el título de ‘Hermandad de Donante de Órganos’.
La Hermandad del Martes Santo ya cuenta con más de un centenar de hermanos con el carnet de donante de órganos. La talla, realizada de uno de los cedros del cementerio de San Fernando de Sevilla, comandaba bajo los sones de la Agrupación Musical Santa María la Blanca de Los Palacios. Tras él, su Madre, la Piedad, que pacientemente caminaba sobre sus pasos con ese inconfundible manto rojo.
Fervor y pasión siempre acompañan a los Cerillitos, tal y como se conoce cariñosamente a la Hermandad por sus colores parejos a una cerilla. Su paso por el Castillo de San Marcos abarrotó un año más de público que aguardó durante horas su paso en una imagen icónica y ya de entre las clásicas. Tras la Misericordia, el Cautivo, que este año salía con una túnica blanca impoluta, a su paso, el silencio hacía romper el bullicio infantil.
El Barrio Alto recordaba a una Semana Santa de antaño, donde la penitencia retraía aún más el recogimiento a su paso y el canto del Santo Rosario. Las horquillas marcaban el paso para que el Dolor recibiera a los devotos.
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