Si como aseguran las autoridades estadounidenses, siete responsables de Megaupload utilizaban la web para cometer delitos relacionados con la propiedad intelectual y el blanqueo de capitales, ¿quién puede estar en contra de su persecución? ¿Alguien estaría en contra de que fuera desarticulada una banda que se dedicaba a explotar vendedores del 'top manta'? Seguramente no. Si alguien ha cometido un delito, debe pagar por él. Eso lo decidirán los jueces.
El problema de cara a la opinión pública es que el los usuarios perciben que detrás de la persecución de este tipo de webs está la industria de los contenidos audiovisuales. Como, de hecho, lo está de la preparación de leyes como la Stop Online Piracy Act (SOPA), que contempla el cierre de páginas web que atenten contra los derechos de autor, lo que pone la zancadilla al libre desarrollo de Internet y el nacimiento de nuevas compañías como Google.
Como muy bien decía el otro día Sergio Rodríguez en El Mundo, si leyes como la SOPA hubieran existido hace diez años, seguramente hoy no existirían servicios online como el buscador más famoso del mundo, la web de intercambio de vídeos YouTube o Flickr, para compartir fotos. Habrían sido asesinadas en sus primeros pasos.
Otro problema han sido las formas del cierre. Las autoridades estadounidenses han procedido al cierre de la página de intercambio de archivos más famosa del mundo en un momento en el que el ambiente está más caldeado que nunca en la Red con motivo de la ley SOPA (el pasado miércoles, las principales webs estadounidenses, como Wikipedia o Wordpress, apagaron sus servicios en señal de protesta). Además, se han dejado inaccesibles miles de archivos libres de derechos compartidos también en Megaupload; y se ha dejado sin servicio a consumidores que pagaban por el servicio Premium. De la noche a la mañana.
La indignación crece, y no solo por estos motivos. Además de un odio visceral a la persecución de la neutralidad en la Red, también hay miedo a que peligre el acceso a los contenidos. La realidad es que al gran público, a los internautas, les duele el cierre de Megaupload por una triste realidad: no poder piratear. Y es triste porque toda obra merece una remuneración. Si un artista toca y la gente le quiere escuchar, merece que se pague por su disco; si un escritor llama a los lectores para que se sumerjan en sus páginas, se ha ganado un dinero; y si queremos ver una película, es justo que paguemos por ella.
Es cierto que los consumidores somos, en muchas ocasiones, amantes del "todo gratis". España, uno de los países con mayores índices de piratería del mundo, es muy seguidora de esta filosofía. Seguramente haya mucha gente que ni siquiera pagaría 1 euro por un disco si puede tenerlo gratis en su casa. En realidad, es un problema de educación y concienciación. Pero ese problema también tiene sus razones.
No es menos cierto que pagar 10 euros por una película lamentable en 3D que tardará meses en estar disponible en casa -y no por un precio económico- hace sentirse al consumidor estafado; que a las estrellitas de la música -impulsadas porque a productores se han empeñado en que sean el último hit del momento- ingresan millonadas por un disco y luego se dedican a rascarse la barriga durante años; y que servicios de calidad como Netflix tardan en llegar a España y lo harán capados.
No se puede pretender educar a alguien y decirle "eres un chorizo porque pirateas", si el consumidor percibe que el que se lo está diciendo es otro chorizo que se está aprovechando de él. Es verdad que en España somos más partidarios que en ningún otro país del "todo gratis", pero, desde luego, con la imposición de un modelo de negocio abusivo no se puede conseguir que eso cambie. Porque hace años, la gente copiaba cintas de vídeo y de audio y se las prestaba, pero también iba a la tienda a pagar.
Si ahora los consumidores pudieran conseguir una oferta numerosa y de calidad por 8 euros al mes, más de uno lo pagaría, como más de uno paga por Spotify. La industria de los contenidos culturales tiene que reciclarse, cambiar los tiempos y formas de publicación de los contenidos y bajar los precios. No le queda otra. Por mucho que batallen contra páginas web, siempre habrá otros servicios que vayan un paso por delante. Siempre habrá un nuevo sistema de intercambio.
Los tiempos han cambiado y solo convenciendo, educando, al consumidor para que sea consciente de que lo justo es que pague, se podrá conseguir que lo haga. ¿Qué hará un hombre que hoy, como niño, ve que su padre le pone un chip en su consola? Esa conciencia solo se puede conseguir cambiando los tiempos de publicación de los contenidos y bajando los precios de los mismos. No creo que se pueda protestar por el cierre de Megaupload solo porque no podamos piratear. Si sus creadores han delinquido, han de pagar. Sin embargo, la indignación tiene una causa.
Y lo dice alguien que tiene Spotify Premium, alquila con Apple TV y está probando Youzee; y que va al cine casi semanalmente, se gasta pasta en comprar juegos, series y pelis en DVD. Y, además, de postre va a conciertos. Es cierto que en mí se ha creado una conciencia "antipirateo", pero la inmensa mayoría de esos productos por los que pago me siguen pareciendo caros y mal abastecidos. También estoy indignado porque esto siga siendo así.