La hablilla de hoy los retoma por la medida adoptada con multa inmediata que nos recuerdan los periódicos locales, escritos y virtuales. Cierto es que estos días se prestan a las bromas, sobre todo en el día de los Santos Inocentes, donde se colgaban los “lárgalos” en la espalda de la víctima elegida que, sin saberlo, los paseaba por donde fuera, provocando la hilaridad de cuantos se cruzaban en su camino.
Pero el “lárgalo” no sólo era de papel blanco, en el colegio se transformaba en el cuaderno de ejercicios que desaparecía. Al no presentarlo cuando el profesor lo pedía, el bolígrafo anotaba el cero patatero en la casilla del alumno. Ni el llanto suplicante lograba una tregua. Lo peor era que cuando éste llegaba a su sitio lo encontraba encima del pupitre, abierto por la tarea, con las risitas malévolas de los otros coreando el éxito la broma con un insulto.
Son días para divertirse tras este primer trimestre en el que tanto cuesta retomar la rutina después del verano. Son comprensibles y justas las ganas de salir de casa, de sufrir el cansancio y el dolor de pies que producen las compras, el ir de un lado a otro, de convertirse en nómada de centro comercial, da igual si es abierto o cerrado, merendar y saborear un café bien caliente que dé el empujón para terminar y volver a casa.
Son días de ajetreo, de pensar en lo que falta, de planificar incluso la comida del día de Reyes, a fin de no perder más tiempo del necesario y aprovecharlo con la familia o los amigos. Y entre tanto laberinto de ideas, idas y venidas explotan los petardos, tan impertinentes e inesperados ellos, provocando respingos. Y uno exclama para sus adentros quién los inventó, que cuando los hizo se le quedó el sentido bajeando, ocurrencias que surgieron en La Isla y que nos han sido legadas por tradición oral. Al parecer fue cosa de los árabes que a su vez aprendieron de los griegos y los romanos.
El caso es que pone los nervios de punta, que fastidian la mar, que alimentan y aumentan el miedo al ruido y encima aparecen en un villancico que repetimos todos los años. Poco antes de las vacaciones empezaron a oírse puntualmente, días después se repitieron con más asiduidad. Más tarde, durante una sobremesa se oyó el silbido y el estampido de un cohete, que se ha estado repitiendo de forma esporádica hasta que ha salido la noticia de la prohibición de cualquier tipo de artículo pirotécnico, tanto en la vía publica como en zonas privadas por motivos de seguridad, un toque de atención a la conciencia, al civismo y a la comprensión.
El incumplimiento de esta prohibición toca directamente el bolsillo, porque cada año los petardos han ido adquiriendo mayor potencia, según los datos que recogen las noticias. Una medida necesaria que también incluyen las cajitas pequeñas de tamaño y precio que tanto gustan a los niños. Convenimos en que lo están descubriendo todo pero también hay que tener en cuenta la negación de este tipo de juegos aunque se asegure su falta de peligro. Cierto es que al salir esta noticia más de uno pensó en la inocentada, sin embargo los estampidos, las explosiones y los reventones han disminuido. Aún quedan las noches de Año Nuevo y Reyes. Hagamos votos por la concienciación, por tener presentes las advertencias del bando municipal. Ojalá que el año próximo no haya que volverlo a publicar.