Desde hace unos años el hombre se esmera en su cuidado personal dejando a un lado los prejuicios. Ya era hora. Por ello su toilette no se limita a una ducha, colonia y masaje después del afeitado, rutina que se asocia a la caja del Floid Blue, la naranja, con una cara sonriente entre unas manos blancas en clara referencia a la suavidad, una cara que nos miraba fijamente en la que se adivinaba el disfrute del momento.
En aquellos años supuso dar un paso adelante, es decir, salir de la barbería, aunque se volviera a ella de vez en cuando. La decisión conllevaba la penitencia de sufrir el silencio, no estar al corriente de los últimos acontecimientos relacionados con el mundo del toro y de la actualidad en general. También a la renuncia de un rito, al rato de tranquilidad y sosiego que proporcionaba a los hombres. Hoy se llama terapia anti stress.
Con el tiempo las barberías han ido desapareciendo. Quedan muy pocas con aquellos asientos parecidos a los de la consulta de un dentista. En La Isla las hubo y cuando se las recuerda aparece la de la calle San Rafael, ya que sus olores se percibían desde la esquina de la farmacia Matute. Por esa razón era imposible pasar sin mirar al interior, donde siempre había clientes escuchando con atención al maestro barbero que con habilidad compaginaba trabajo y parlamento. Con qué destreza manejaba la tijera, chichichá metálico de vez en cuando interrumpido por las sacudidas breves sobre el peine que desenredaba un mechón.
Otras veces bajaba un poco el tono mientras el cliente permanecía con la cara envuelta en las toallas perfumadas o al usar la navaja para rasurar el comienzo del cuello. Al recordar el suelo escaqueado como un tablero de ajedrez, la bacía y otros útiles, resulta admirable su resurgimiento con un toque de modernidad, ya que son dúplices, como los antiguos conventos. Junto al gabinete de belleza femenina hay otro dedicado al cuidado masculino.
El hecho, por ejemplo, de mantener la barba con el corte casual, disfrutando a la vez de un rato de relajación durante la jornada de trabajo, ha hecho pensar a los empresarios en este proyecto retomando un oficio sin perder la tradicionalidad. De momento se asientan con éxito en los grandes núcleos urbanos.
Vuelve la barbería, pero sin el poste de barbero. Su distintivo es hoy el nombre de una franquicia de peluquería española próxima a expandirse por Europa a los sesenta años de sus inicios. Triunfará.