El prestigioso poeta y escritor jiennense Manuel Ruiz Amezcua ha sido galardonado con el Premio de Poesía Ciudad de Cabra, un premio honorífico que en años anteriores fue a parar, entre otros, a Pablo García Baena, premio Princesa de Asturias y Reina Sofía, Antonio Colinas, premio Reina Sofía, o María Victoria Atencia, premio Reina Sofía. El premio lleva el nombre del poeta árabe del siglo IX Al- Quabrí , inventor de la moaxaja donde incluyó una estrofa del canto popular que influyó en la poesía de Occidente y dio origen al Zéjel y al villancico. Señaló Ruiz Amezcua que el premio lo recibe “alguien que, en el mundo de la poesía, es un marginal porque está fuera del escalafón”. Pero acto seguido añadió: “De mi condición de marginal nace mi libertad. Soy también un emboscado. alguien que vive oculto entre el ramaje de la poesía y silenciado por el ramaje de las verdades oficiales, de los poetas oficiales”.
El escritor galduriense manifestó, sin ambages, que “la poesía, entre otras cosas, es un acto de rebeldía”. “Algunos conciben el Universo como un acto de creación contra la nada. A través de las palabras, los poetas vemos claro lo que parecía confuso. Las palabras sirven también para eso. Para hurgar en lo que hay que aclarar, dicen que decía Sócrates, lo cual le costó la vida, claro. También a Jesucristo le costó la vida lo que dijo. Anteayer, ayer y hoy, la Historia está llena de individuos arrojados al exilio, la cárcel o la muerte, por decir lo que pensaban”.
Ruiz Amezcua terminó leyendo el poema ‘La sospecha’, con La Celestina como personaje principal de esa obra que, para él, es la más importante de la Literatura Española. “Una mujer que se atreve a todo, que lo pone en cuestión todo y tiene siempre presentes las grandes verdades de la vida”.
El poema dice así: Vivo de las palabras, pero las palabras traicionan./ Las palabras avisan de los males de siempre. /Las palabras descubren el nombre de lo oculto, el tuétano en lo oscuro./ Las palabras son una mezcla de cinismo y ceguera./Las palabras confunden y emborrachan y ciegan./Las palabras entienden de sospecha y de miedo. /Las palabras avisan en dónde, desde dónde, hacia dónde caminas./Las palabras nos sirven —pero nunca nos sirven— para darle sentido a lo que no lo tiene. Con ellas, y con nosotros, millones de verdugos se vuelven honorables. /Debajo de las palabras acechan las intenciones. / Las palabras redimen, y también nos corrompen..